martes, 9 de abril de 2013

QUE SEAS DIGNA DE LA MITAD DE LA PAZ QUE DEJAS.


De cara a satisfacer de entrada la voluntad de aquellos que a día de hoy todavía dudan en relación a asumir el grado de afección de la presente crisis, aquí va un dato esclarecedor. Cómo estarán las cosas, que ya ni en el día de su fallecimiento, uno puede alardear de la plena satisfacción de saber que unánimemente, el mundo clamará por la gloria de tus bondades y manifiestos.

Cierto es que, hoy por hoy, las certezas unívocas son presa, cada vez más, de los que se atreven a soñar. Mas ello no debería ser óbice para dar por sentado que, llegado el día de tus exequias, todos pudieran encontrar un hueco para pronunciar las consabidas palabras, llenas del conocido hábito exculpatorio: “ ¡Pobre, con lo buena persona que era!

Aclarado tal aspecto, para nada accesorio, podemos ya comenzar a desvelar las hechuras del finado/a.

Amiga, íntima, de Pinochet. Precursora de La Guerra de Las Malvinas (y a la sazón ejecutora del golpe de gracia a la dictadura argentina), Más que euroescéptica, verdadero azote de la por entonces, Comunidad Económica Europea. Aliada de los Estados Unidos (hasta el punto de no dudar en anteponer sus deseos a la voluntad de la propia Europa). Etc. Etc etc.

Margaret THATCHER, La Dama de Hierro, o como se quiera al elegir entre la larga lista de apelativos y calificativos de la que fue acreedora; se encuentra sin lugar a dudas entre las escogidas para formar parte del selecto Club de los Escogidos de Europa. Fue sin duda, una de las más altas personalidades en lo atinente a capacidad para la adopción de decisiones históricas. Sin que de la crítica pueda zanjarse la menor duda, una de las más grandes estadistas que la Política del último tercio del Siglo XX ha dado.

Mas no es menos cierto, que la fuerza absoluta con la que se traducía en todas sus acciones, la hace igualmente merecedora de una larga lista de condicionantes que a mi entender, la dejan en posición deficitaria toda vez que haya de enfrentarse ahora al juicio de la historia.

Constituye el ascenso en Política de aquélla a la que sus propios compañeros llamaban en voz baja “la hija de la hilandera”; uno de los más claros casos de los por otro lado claros ejemplos que ha dado la Historia de personalidades que, procediendo de escalas sociales aparentemente menores, caen en el inexorable trauma de necesitar negar sus ancestros, para pasar luego, en los casos más graves, a conducir su vida por un periplo insalvable destinado a conjurar sin tregua los fantasmas del pasado que le son propios.

Y es entonces cuando el monstruo de la neurosis hace mella.

Y es entonces cuando se produce la traducción total.

Representa Margaret THATCHER la quinta esencia del eufemismo, según el cual pocas cosas son más difíciles de comprender, que las que se identifican con las motivaciones que llevan a un trabajador a votar Derecha.
Una vez descritos los antecedentes, podemos llegar a comprender los condicionantes que llevan a La Hija de la Hilandera, no solo a desertar de los procederes de Izquierdas, sino directamente, desarrollando un protocolo que en términos éticos solo puede conjugarse dentro de la dicción de ser más papista que el Papa, lograr convencer primero a los líderes de la escuela más snob en lo que concierne a dirigentes políticos de Gran Bretaña; para escalar luego a lo más alto, Ser nombrada Primera Ministra de Gran Bretaña.

Radical, reaccionaria, flemática y liberal a ultranza, THATCHER resume en su famosa frase El Estado es el problema, el paradigma del deseo de los que por aquel entonces, deseaban poner palos en la rueda al proyecto social de la todavía incipiente Europa.

Liberal a ultranza, defiende sin conmiseración los principios destinados a violentar definitivamente los últimos vestigios de la Política Económica de KEISSNER, a saber los destinados a mantener la posibilidad de que sea la demanda de servicios públicos, con el Estado como garante, la última medida destinada a fomentar el consumo.

Convencida de que todo ha de ser subyugado a la Economía, desarrolla no obstante políticas que traerán resultados aberrantes no solo en el terreno de lo social, donde abiertamente llevará a Gran Bretaña al barranco de los desfases; sino que también logrará grandes retos en lo concerniente al aumento de las dosis de pobreza del país.

Por ello, y con todo, a la vista de lo planteado, habrá de ser en el marco de la Política, donde habrán de encontrarse los méritos de semejante mujer.
Ubicada por cronología en la época de los grandes retos asumidos con posterioridad a la II Guerra Mundial, THATCHER se engloba por méritos propios, dentro de la escala de los conocidos posteriormente como Grandes Hombres de la Política Europea. Para la Historia quedará el Grupo de los Últimos Estadistas. Así, junto a Helmut KOLH, François MITERRAND y el propio Felipe GONZÁLEZ, participará en todas y cada una de las grandes decisiones que afectarán inexorablemente a Europa.

Pero lo hará partiendo de una trampa especial, a la que siempre han tenido acceso los estadistas británicos, la que procede de dar por hecho que ellos gozan de una licencia especial cuyo uso se traduce en la certeza de que todo lo que hagan parte del privilegio de saber que lo hacen para mayor gloria de Gran Bretaña.

Y es desde tal perspectiva desde la que me atrevo a decir que, una vez juntas todas las piezas, Margaret THATCHER y su inexorable manera utilitarista de concebir la Política, constituyen el germen del que parten mucha de las circunstancias económicas y políticas que han desencadenado la actual situación por otro lado compartida.
¡De aquellos polvos, estos lodos! Es por ello que, sin caer en la cruel tentación que supone la pérdida de la llamada perspectiva histórica, hemos de decir que la sombra de THATCHER, como la del ciprés, se extenderá por encima de nosotros, todavía durante mucho tiempo.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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