martes, 16 de junio de 2015

DEINITIVAMENTE, ESTAMOS FALTOS DE HÉROES.

Que en qué se nota tal hecho, que en qué me apoyo para emitir tan contundente afirmación, pues precisamente en el hecho de constatar el apabullante ascenso que la mediocridad ha experimentado a nuestro alrededor,

La constatación efectiva de que una Sociedad tiene problemas bien puede pasar por comprobar hasta qué punto ésta se demuestra incompetente para definir incluso los aspectos básicos de aquellos conceptos que bien deberían estar dirigidos a conformar el que sin duda denominaríamos su esqueleto esto es, el armazón propiciado para hacer las veces de sostén a partir del cual erigir en cuestiones pragmáticas lo que hasta ese momento bien podría haber estado destinado a permanecer para siempre sometido a los delirios del infinito, preso cuando no de los quereres de la Razón en tanto que precursora y almacén de los por siempre reductos irrealizables.
Es, siguiendo esta lógica a la sazón para nada extraña, que bien podemos comprobar el grado de putrefacción que definitivamente ha logrado hacer mella en una Sociedad que, incapaz de definir la Virtud, privando a sus miembros del modelo hacia el cual libremente podrían tender; lo que hacen en realidad es abrir la puerta al Vicio el cual, como el ladrón en la noche aprovecha los vacíos que la oscuridad denota para, colarse raudo en la estancia, tratando de sembrar confusión convencido de que la aparente voluntad que refuerza sus conductas servirá para disfrazar lo que no es sino falacia, demagogia.

Es así que definitivamente podemos extraer que de la falta de héroes, se derive sin duda la incapacidad para identificar a los villanos. La cuestión, aparentemente vana, redunda no obstante en otra si cabe de mayor importancia y que, redundando en lo anterior, nos conduce quién sabe si a la constatación de que, efectivamente, lo problemático no redunde en la incapacidad demostrada para identificar al agente de los hechos, cuando sí más bien en la incapacidad existente para aislar convenientemente el hecho del contexto en pos de garantizar la solvencia en pos de certificar que los hechos se juzgan efectivamente, en sí mismos.

Cierto es que lo expuesto hasta el momento es, por definición, utópico. Nada, más allá de lo expuesto en el Procedimiento Analítico del Racionalismo Cartesiano, puede aspirar, ni con mucho, a poder ser juzgado atendiendo no ya solo a los parámetros que específicamente le afectan, ni esperar siquiera que solo se tomen en consideración aquellos añadidos que tengan que ver cuando no con el contexto estrictamente vinculado. Más bien, cuando no al contrario, el sujeto hoy por hoy, máxime si como ha quedado demostrado, pertenece o desea pertenecer a alguna estructura política, máxime si ésta no pertenece a la preponderante en el momento que sea de ser considerado en el tempo versado; se verá si procede linchado por la acción de dispersión o de concentración, según proceda (o interese), fajando con ello a la Justicia no ya de cualquier responsabilidad, sirva de cualquier atisbo de esperanza, si con ello salvaguarda no tanto los valores en defensa de los cuales fue investida, cuando sí más bien los deseos de preponderancia de aquéllos al servicio de los cuales bien pudo jurar ponerse una vez éstos garantizaron su nombramiento.

A estas alturas, necesito ayuda para decidir qué es lo que resulta más peligroso, que no queden en la Polis ciudadanos justos para investir como héroe a Leónidas, o que no haya Justicia para hacer caer sobre él todo el peso al traidor Efialtes.
Que nadie se engañe, la mediocridad es el medio natural en el que se alimenta y prospera la chusma. Al contrario de lo que ocurre con todo lo vinculado a los conceptos ligados a la aptitud, a nadie se le puede reprochar el hecho de hallarse inmerso en los mismos. Sin embargo lo que realmente resulta desdeñoso es la demostrada tendencia a permanecer bajo el influjo de los mismos, de parecida manera a como no podemos castigar a los cerdos por pacer comiendo flores con la misma fruición con la que degluten hierba, sí no obstante que podemos mostrar nuestra desazón cuando éstos insisten en revolcarse una y otra vez en el barro.

Ya no quedan, en definitiva, héroes. Pero lo que realmente resulta peligroso es que con su ausencia desaparecen también los esquemas a partir de los cuales identificar a los que con tamaña disposición, puedan mañana llegar. Y lo que es peor, si nos sabemos incapaces para identificar al héroe, ¿cómo esperamos identificar al villano?
Ha pasado demasiado tiempo. Tiempo sin batallas, tiempo sin elegías, tiempo perdido en consecuencia. Extinguidos ya los ecos de la última égloga, solo el recuerdo tergiversado, y por ello si cabe más peligroso, de las últimas canciones, inflama el pecho de unos jóvenes que, encargados una vez más de inaugurar la nueva generación destinada ¿cómo no? a reinstaurar los errores de sus padres; ven aproximarse peligrosamente el momento de ver con su cuerpo lanceado, riega de sangre una tierra nunca ahíta de su tributo periódico.

Ya no quedan héroes, ya no quedan villanos. Ajenos pues a los deseos de Virtud, a los rencores de propiciatorios del Vicio, ¿Qué Esperanza, entendida ésta como lo que puede ser esperado, le cabe a ésta y a las generaciones que están por venir?
Son, la Virtud y el Vicio, respectivamente luces encaminadas a alumbrar el progreso del Hombre. Acertadas o equivocadas, nadie determinó  a tales efectos la naturaleza de la antorcha que ayudó a salir de la Caverna al Hombre, precisamente en el Mito. De una u otra manera, el peligro no reside tanto en la naturaleza de la luz que alumbra el camino, como sí más bien en la ausencia de ésta.

Es precisamente en la constatación de la existencia de extremos, donde más feliz se muestra la mediocridad. Solo puede ésta, por definición, perseverar en medios en los que la ausencia de los anteriores sea pública y notoria.
En contra de lo que pueda parecer, constituye la mediocridad la más contumaz de las disquisiciones a las que se puede enfrentar el Hombre. La causa es evidente, en una Sociedad que solo se concibe desde la elucubración del equilibrio, el cual al menos en apariencia redunda del enfrentamiento dialéctico al que se rinden los contrarios; la mediocridad, ante su aparente condición implícita, queda exonerada de tamaña atribución simplemente porque su naturalmente centrada posición, convierte en inverosímil la localización de un elemento extremo a lo que por naturaleza está centrado

Constatamos así pues que es la nuestra una Sociedad en absoluto democrática, en tanto que se ha vendido a los efluvios de la tiranía que procede de saberse incapaz para separar el bien del mal, inútil pues para discernir valoración axiológica alguna.
Es por ello que un neófito concejal ha de dimitir antes que un experimentado ministro; 140 caracteres hacen correr más tinta que los miles de folios que componen los sumarios de ciertas tramas y lo que es peor, los que alrededor de todo pacemos, ya estamos del todo inhabilitados para diferenciar la belleza de una amapola que valiente crece en el campo, respecto de los recelos que despierta un cardo que se ha hecho viejo a base de acartonarse.

Será entonces que ha llegado el momento de dejar de buscar los horizontes que Herodoto nos regala, de dejar de soñar, en una palabra; para pasar a buscar en un mapa topográfico dónde se encuentra la charca más cercana.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

martes, 9 de junio de 2015

DE EL FINAL DE LA CUENTA ATRÁS

En el 40º aniversario del estreno de la película Tiburón, la cual como por todos es sabido, acabó por convertirse no ya en un éxito, habrá que decir más bien que en un título de culto, cierto es que como en ese mismo caso, no estaría de más poner de manifiesto los trucos a los cuales fue imprescindible recurrir en pos no tanto de promover el resultado, que por inesperado se hacía imposible de promover de una u otra manera, lo que obligaba de una u otra manera a adoptar una postura digamos más conservadora, esto es, más sosegada.
De entrada, cómo no, se apostó por lo que hoy tacharíamos de proceso de maquillaje. Así de entrada su título “Jaws” (mandíbulas), sonaba demasiado agresivo, cuando no resultaba demasiado descriptivo a la par que peligroso toda vez que podía herir la sensibilidad de una sociedad, no lo olvidemos, la española, que por entonces aún balbuceaba (sobre todo cuando nos referimos a la interpretación de ciertos dialectos o lenguas).
Viene todo esto a colación de que precisamente son las mandíbulas las responsables de regular la acción no ya solo de algunos de los músculos más fuertes del cuerpo humano, sino que a la vez las encargadas de impedir que éstos puedan, en el ejercicio de su labor cuando la misma pueda llevarse a cabo de manera descontrolada, provocar graves detrimentos que pueden ir desde los mesurables en términos físico, los cuales pueden medir sus consecuencias en términos de tensión, como el conocido rechinar nervioso de dientes; o traducir sus resultados en campos mucho más lascivos como pueden ser aquellos que traducidos a la susceptibilidad pueden llevar a alguno a morir envenenado fruto simplemente de haber cometido el terrible error de haberse mordido su propia lengua.
Traducido todo lo anterior desde el campo de la emotividad desde el que viene originado, a otros campos digamos más meridianos, y por ende más propensos a resultar comprensibles; añadimos el indefectible aporte que en esta ocasión aporta el contexto para comprender que en una atmósfera viciada como la que hoy por hoy pergeña nuestra realidad, presente e instantánea qué duda puede presentarse; lo único no ya acertado, basta con catalogarlo como de sincero, pasa por considerar como de incontestable cualquier análisis que tenga la valentía de incluir en sus conclusiones, por supuesto sin maquillar, el efecto que los consabidos pactos, y en especial las consecuencias que de cara a las futuras citas electorales éstos tengan; no como una forma residual, cuando sí más bien yo me atrevería a decir que incuestionable a la par que imprescindible, de cara a entender, o al menos intentarlo, el revuelto incomible que en algunos sitios, no lo olvidemos a causa de algunos, se están sin duda a estas horas preparando.
Porque es que llegados a estas alturas no tanto por la celebración del partido cuando sí más bien por la ausencia del mismo, que hemos de conformarnos con las crónicas que del mismo se nos proporcionan. Crónicas intoxicadas por proceder en la mayoría de los casos de fuentes obviamente interesadas cuyo interés no ya tanto en que ganen lo demás, como sí más bien en que bajo ningún concepto puedan ganar los demás; parece más que obvio, descarado.
Constatamos así una situación que si bien no es nueva en España, sí contiene un ingrediente que la vuelve digamos original. La incorporación de lo que podríamos catalogar no ya solo como de nuevos jugadores cuando sí más bien de alumnos aventajados, introduce en lo que insistimos, se trataba de un viejo conocido en España esto es, la consabida subasta de poder para con los Nacionalismos; en una madeja inaccesible a cuya esencia ni el mismísimo Teseo podría acceder, quedando con ello encerrado en éste que podríamos denominar, el nuevo Laberinto del Minotauro.
Pero si los viejos entes, propensos si se quiere al Mito, parecen tener sus días contados; no resulta menos cierto afirmar que los Nuevos Ídolos, estén en verdadera condición de ofrecernos mucho más.
Así de no ser por apelación a lo que libremente denominaremos Tacticismo Político que yo no puedo entender, y me consta que habrá de esforzarse mucho para hacérselo comprender a sus votantes, que la Sra. Responsable de PODEMOS en Andalucía, va a tener que esforzarse mucho para hacer digerible una situación en base a la cual de la lectura primigenia no se decida que ha sido su incompetencia humana, traducida a ineptitud política, la que ha llevado a Susana DÍAZ a defender hace unos minutos y con toda la razón, que los que se dicen de Izquierda votan juntos y junto al Partido Popular para impedir su nombramiento…mientras otros (esto sí de mi cosecha) pese a parecer de Derechas van a propiciar un Gobierno del PSOE en Andalucía.
¿Estaremos pues ante un caso propio de ésos en los que somos incapaces de tragar todo lo que hemos mordido?
¿Se trata más bien de un claro caso del mal que persigue a los niños, y que nuestras madres resumían en el consabido: “llena más la tripa que el ojo”?
O por el contrario se trata de algo mucho más peligroso y terrible. ¿Estamos constatando desgraciadamente demasiado pronto que dónde algunos creían poder en realidad no podemos tanto?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

martes, 2 de junio de 2015

DE LA DIFERENCIA ENTRE VIVIR Y SOBREVIVIR…

…O por ser si fuera posible más precisos, de los últimos reductos donde todavía se esconden las últimas esencias, a la sazón, quién sabe, si los últimos resquicios desde los cuales afianzarnos, albergando a través de ellos la digna necesidad de diferenciarnos de los animales.

Podemos así pues decir sin miedo a equivocarnos, que vivir es en sí mismo un privilegio, un hecho necesario si se prefiere, acudiendo a las categorías filosóficas, a partir de las cuales se convierte en una exigencia, erradicando con ello toda tentación de albergar cualquier intención de inducir componentes ruines o de dispersión; el poder establecer de modo totalmente nítido, aunque insistimos no por ello excluyente, la línea donde acaba lo general, lo accidental o si prefiere el perímetro capaz de albergar todo lo propenso al azar y a la evolución vinculada a la mera adaptación cuando no a la supervivencia del más fuerte; para dar paso a esa reconstrucción de valores éticos y morales cuya lúcida concurrencia cooperan para dar paso cuando no carta de naturaleza a lo que si se apura ha dejado de ser el Hombre, para dar paso, probando el término en sí mismo que no renegamos de la conciencia evolutiva, al Ciudadano, al Político.

Obedece así pues una vez más nuestra exposición al proceso por el cual desde la propuesta de una aparente realidad, se promueven líneas de confrontación que, lejos de redundar en lo que cabría expresarse en los términos propios de una conclusión cerrada, no vienen en realidad sino a promover el debate, cuando no la franca discusión, toda vez que ésta se encuentra dignamente justificada en lo abierto de los conceptos, como del procedimiento en sí mismo.

Sea como fuere esta abstracción, lejos de erigirse en una dificultad, se convierte en sí misma, o así sucede atendiendo a nuestras consideraciones, en una fuente de solución al permitir desgranar desde su aparente ambigüedad, un retortero de posibilidades la mayoría de las cuales serían del todo improbables, cuando no a veces francamente incompatibles con la realidad, en el caso de haber procedido desde una perspectiva que podríamos catalogar de reduccionista por lo breve.

Es con ello que en pos de ir definiendo los componentes que habrán de configurar una verdadera conducta humana, o si se prefiere empezando por determinar con franqueza la diferencia entre animales y hombres, convendría sin duda esgrimir abiertamente cuál es, o a lo sumo dónde reside la cualidad que más allá de su naturaleza humana, redunde en realidad en su condición de exclusiva a la hora de mostrar tal acepción en su comparativa en este caso para nada escueta, y que habrá de darse entre animales y hombres.

Nos damos así pues de bruces con la realidad, máxime cuando comprobamos la paradoja de intuir que ya en el condicionante expreso de la propia formulación de la pregunta, reside la condición de la respuesta. Volviendo pues y con una intención para nada negligente, comprobamos que el mero hecho de preguntarnos por la vida, más allá de sus consideraciones, incluso de sus expresiones, supone en sí mismo aceptar que el Hombre es capaz de diferenciar entre la presencia y la ausencia de Vida, esto es, el Hombre es el único lúcidamente competente para identificar la presencia o la ausencia de vida.

Lejos de caer en el burdo ejercicio de reducir la Vida a la ausencia de Muerte, lo que en realidad queremos decir es que se puede estar vivo, y no por ello vivir. Dicho de otra manera no todos los que se creen vivos son capaces de vivir la vida, o son en realidad capaces de vivirla digamos plenamente.

Porque de la misma manera que ha quedado demostrado que en base a cuestiones referidas a la aptitud no solo no somos iguales, sino que abiertamente bendecimos la existencia de tales diferencias, es que podemos determinar que no todas las formas de vivir son iguales es más, algunas son manifiestamente incongruentes con el o los criterios en torno a los cuales parecen ceñirse las disposiciones en torno a las cuales se determinan los parámetros aceptados como congruentes en pos de determinar lo que denominaríamos vida conforme.

Iniciado así pues un proceso interesado casi más en la eliminación de las contingencias, que en la rememoración de las necesidades; más pronto que tarde acabaremos por atribuir el éxito de nuestro ejercicio a la localización, cuando no al análisis, de ese ingente grupo de capacidades de entre las cuales solo los consabidos aunque no por ello garantes de la certeza, debates, acaben por arrojar una suerte de ganador en este aparente concurso de la mejor virtud, cuando no de la virtud más humana.

Con todo y con ello, o tal vez a pesar de ello, que lejos de despistarnos de lo que podríamos denominar como catálogo de procederes desde los cuales encomendar o definir nuestro proceder, a lo que inequívocamente nos conduce todo lo hasta ahora esgrimido es a depositar una vez más en la dignidad todos y cada uno de cuantos parámetros, conceptos o procederes ayer, hoy o mañana podamos definir como imprescindibles de considerar a la hora de garantizar la correcta identificación, ahora sí por ende excluyente, de todo aquel que ose ser considerado como integrante del Grupo de los Hombres.

Notoriedad pues la dignidad aparentemente intrínseca a la condición de Hombre, que lejos de enclaustrarlo o mucho menos limitarlo, se muestra más bien como el elemento encargado de proyectarlo hacia delante de manera tan impresionante como eficaz promoviendo el ejercicio de la conducta que le es propia, a saber, la del sentido común implementado en la responsabilidad.

Se erige pues la responsabilidad como el reducto en el que se reafirman las tendencias gregarias del Hombre. Catalizador de las Reacciones Sociales, es por medio de la responsabilidad que el Hombre alcanza su enésimo estado, a saber el más perfecto de cuantos ha conocido hasta el momento, sencillamente porque es el que más lejos le ha permitido llegar hasta el momento.

Es el Estado de Ciudadano el propio del Hombre superado. Pero superado en el tono de desbordado, mejorado, perfeccionado. El Hombre regido por las conductas reduccionistas que se esperan de la Ética, se subroga a las consideraciones deductivas que se ofrecen tras el desarrollo de la conducta Moral.
El grupo supera al individuo, y es entonces cuando la Polis se erige en conducta natural, superando con ello a la Akhrópolis, cuyas consideraciones obedecen a criterios someramente beligerantes, defensivos a lo sumo.

Surge entonces La Política como expresión firme de las conductas más propias que se esperan del Hombre ascendido a Ciudadano a saber, aquellas que son propias de elevar al Ciudadano por encima de sus propios límites, haciéndonos albergar esperanzas de que de sus conductas se extraiga mayor satisfacción no tanto por la satisfacción del bien propio, como sí por la obtención del bien común.

Es así pues que paralelo a la transición del animal al hombre, corre la que lleva del hombre al ciudadano. Como catalizadores extremos, la dignidad como virtud, la responsabilidad como procedimiento.
Una forma de evaluar el grado de cumplimiento de lo demandado, el que pasa por la implementación de una nueva forma de parnasianismo a saber, la capacidad para interpretar al Hombre en si mismo, sin necesidad de tener que recurrir a sus expresiones, sin duda manipuladas por el ambiente, determinadas por el contexto.

En definitiva, reconozcamos que la utilidad bien podría estar sobrevalorada. Recuperemos pues la condición Romántica visible en la capacidad de disfrutar del Arte en tanto que tal es decir, por lo que significa, sin más.


Luis Jonás VEGAS.