martes, 25 de febrero de 2014

DE CUANDO VERDADERAMENTE, PARECE QUE PARA ALGUNAS COSAS EL TIEMPO NO HA PASADO.

Sumido un día más en la paradoja en la que parece haberse convertido la vida, e inmerso por ende en el ejercicio diario que como tributo hay que pagar, en forma de hipocresía más o menos consciente; lo cierto es que he de confesar que, como tantos otros, hago uso y quién sabe si abuso del efecto cronología para, en este caso, redundar en el íntimo placer que se refiere de reencontrarse con Maestros como MACHADO.

Es así que, acudiendo a la glosa que del mismo hace en su momento uno de mis viejos profesores, no uno de tantos, pero sí otro de los que convirtió mi proceso formativo en una verdadera fortuna toda vez que supo insuflar en mí las escasas dosis de humildad que poseo, al convencerme mediante hechos de que de saber es de la única cosa de la que no te cansas, porque es como transitar por un pasillo cuya puerta final tan solo intuyes. Lo cierto es que, acudiendo como digo a aquella glosa, leo y casi cito la mención que al respecto de MACHADO hace, en los siguientes términos: “ Y es así que Machado conforma por convicción propia parte no ya parte de la Generación del 98, no tanto por disposición estética, afirmar tal hecho podría dar lugar a interpretaciones, sino que lo hace por compartir en su obra el sentir general de necesitar expresar de manera certera y manifiesta el desarrollo de un mundo diferente, a partir del cual, y por medio de un lenguaje refinado y elegante, lograr consolidar cuando menos la ilusión de un mundo lícito hacia el que tender, toda vez que (y aquí viene lo sorprendente) huir de la realidad que una crisis económica, histórica, pero sobre todo social, había convertido a España en un lugar irrespirable.”

¿Hace falta que lo traduzcamos? La verdad es que el desconcierto va dando, poco  a poco, eso sí, paso al desasosiego. ¿Cómo es posible que hechos acontecidos, a la para que en principio superados hace más de un siglo, sirvan en realidad para dar no ya explicación plausible, sino certeza preñada de razón, no tanto del mundo, como sí de la realidad en la que nos ha tocado vivir.

¿Acaso es que tan previsible resulta todo? Previsible, lamentable, patético. Lo cierto es que indiferente resulta a estas alturas el calificativo desde el que nos dispongamos a ensayar al respecto de tal hecho. Por rebuscadas que sean las estructuras, por exitosas que resulten las tesis al final, y como suele acontecer cuando se trafica con estos menesteres, lo cierto es que uno solo logra quedarse con la extraña sensación de que inexorablemente, alguien sabe algo que tú ignoras.

Así, cuando los MACHADO, UNAMUNO, BAROJA y compañía se dispusieron a cambiar el mundo, lo cierto es que lo hicieron desde la poderosa base de poder sublevarse contra algo sólido. Así, el ataque al Realismo del XIX que los mencionados propiciaron, y que en Europa venía reforzado por la acción de genios como PROUST, KAFKA, y otros que sin duda me dejo en el tintero, proporcionaba de partida una base más que sólida destinada a garantizar que, aunque fuera mediante la mera invocación de procedimientos de “reducción al absurdo”, lo cierto es que una mera incitación a la locura interpretada por cualquiera de los citados, presenta más visos de autoridad que cualquiera de cuantas declamaciones puedan hacer, hoy por hoy, nuestros más afamados autores.

Porque vivimos un presente ausente. Un presente que carece de visión de tiempo, en tanto que lo reduce todo a la sutil superación del instante. Vivimos pues no en la generación del eterno presente, (tal y como algunos se empeñan en afirmar, como si ello supusiera un conato de disculpa) sino más bien en la generación del no hay tiempo, porque no hay responsabilidad.

Responsabilidad, el eterno concepto, quién sabe si por formar parte del “Eterno Retorno”. La genial aportación del Maestro Alemán. Maestros, alemanes, españoles...europeos y adelantados a su época. Una época que, como hoy, expulsaba todo lo que no era capaz de digerir.

Se convierte así el tiempo en la metáfora perfecta de una digestión. Larga, pesada, insoportable a menudo (como un libro de HEGEL), pero que como en el caso de aquél, sirve para saber que no te irás a la cama sino más lleno de como te levantaste.
Una digestión en cualquier caso que, por meritoria que resulte, no sirve sino para comprender lo alejados que estamos, una vez más no ya de nuestra realidad, como sí de la verdadera realidad. Una verdadera realidad que solo podrá comenzar a ser intuida una vez que asumamos, ¡cómo no! La responsabilidad de ofrecer el respeto que se merecen opciones como la verdad, máxime cuando te exigen que la apliques a la realidad.

Llegados a este extremo, y como cansar es lo único que me preocupa, haré como los que sabiamente redundan su discusión no tanto en torno a las cuestiones filosóficas, ésas de las que como es sabido tanto disfruto, como sí más bien para retornar el discurso a la linde más procedimental, y volver la mirada, como hicieron otros, sobre si el nacimiento del Modernismo comparte o no fuentes con los movimientos simbolistas de raíz francesa toda vez que en ambos casos se persigue, cuando no se practica devota admiración, a los ideales destinados a cambiar la realidad, por la vivencia subjetiva que se hace desde la posición de los personajes.

En cualquier caso, entre Soledades y Campos de Castilla, bien cabe una vida. Tal vez la que va desde el MACHADO intimista que se conformaba con mostrarnos su mundo, hasta aquel otro que llegó a pensar que podía cambiar el mundo, llegando a ser sentencioso.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.



martes, 18 de febrero de 2014

DEFINITIVAMENTE, PARECE UN POCO TARDE PARA EL ESTABLECIMIENTO DE CORTAFUEGOS.

Es por ello que en realidad resulte mucho más adecuado proceder directamente con la reinstauración definitiva en España de Las Hogueras. Pero no se equivoquen, no. No me refiero a aquella tradición tan maravillosa, estética, a la par que por qué habríamos de olvidarlo, práctica proposición; que en unos lugares de una manera, y en otros tal vez de otra, se denominaban en términos generales Luminarias.

Me estoy refiriendo, sin el menor atisbo de recato, y por supuesto sin el menor atisbo de pudor, a las auténticas hogueras. Aquéllas en las que los ascendientes directos de los hoy por hoy padres de derechos y democracias quemaban, unas veces libros, y otras, por qué ocultarlo, a sus autores.
Unas buenas hogueras, que vengan a sustituir a la ya en este mismo medio denunciada carencia de medios técnicos, o quién sabe si de los “reaños” para usarlo, y que motivó hace más de doscientos años que este país no pudiera librarse de las traídas y llevadas pestilencias propias de caballerías, pajares y estercoleros, las cuales luego procedieron a trasladarse a lugares más adecuados, entre los que pueden por ejemplo citarse las casas solariegas de ciertas “castellanas”, los cortijos de ciertos “señoritos andaluces” y por supuesto, los teatrillos y conventos desde los que una vez personajes como El Arcipreste de Hita hizo grande al injustamente denostado Mester de Clerecía. Lugares santos una vez, a los que hoy la actualidad ha de acudir por motivos mucho menos gratificantes.

Señoritos andaluces unos, los cuales, todo hay que decirlo, se toman la molestia de ir edulcorando su currículum, no sabemos si en beneficio propio, o sencillamente para hacer más aceptable el hecho de que, de manera ahora ya sí definitiva, nos toman abiertamente por gilipollas porque,  ¿cómo interpretar desde otra óptica el hecho de que no solo se vean en condiciones de ganar en Andalucía? Tan solo achacando sus derrotas pasadas al hecho de no haber sido capaces de hacer comprensible su mensaje de cara a los que siguen asumiendo que representan a los ya mentados, que no extintos Señoritos Andaluces. En definitiva, que nos toman por tontos.

Pero no es de Cortijos ni de Conventos de lo que hoy deseo hablar. Hoy me encuentro más motivado en pos de las grandes certezas que se encuentran apiñadas en los otrora rebosantes graneros (también de voto pepero) de las no por vetustas, menos atractivas Casas Solariegas de una Castilla, La Nueva antaño, hoy de La Mancha; desde la que una ingente a  la par que incesante (porque no para un instante) en su trajín diario: de Génova 13 a Moncloa, sin pasar por supuesto por el Parlamento Autonómico al que debe su Escaño, más que para votar por error una enmienda, o con menos error una modificación legislativa una implica un aumento de las suyas, aunque sin duda ya de por sí elevadas remuneraciones.

Es de esa señora, de Dª María Dolores de Cospedal, a la sazón otro cadáver político, en este caso el que le corresponde al Partido Popular, de quien me apetece en realidad hablar.
Una Sra. de Cospedal que hace tiempo que no anda, sino que más bien deambula, una vez que la larga, maratoniana y a la sazón siempre mortal Travesía del Desierto, ha comenzado definitivamente.
Lo que empezó como una epístola (porque al menos aparentaba contenido), ha terminado como un glosario (porque solo la decadencia es capaz de aportar un contexto mínimamente creíble.)
Allí donde algunos vieron una carrera destinada al éxito, otros no nos cansamos ni un instante en recordar que las tierras manchegas han sido para el Partido Popular, territorio propenso al experimento. ¿Tengo que recordarles a algunos el experimento A. Suárez junior?

Pero más allá de recuerdos, los cuales inexorablemente están ligados al pasado; prefiero hablar de presente, o mejor aún de futuro. Un futuro en para el que no solo no estamos preparados, sino que sin necesidad alguna de llevar a cabo ejercicios de política ficción, podemos llegar a comprender de manera tan sutil como gráfica que en Política nada es gratis.

Tal y como citara aquél otro, éste sí gran castellano, Alonso Quijano: “Recuerda Sancho, que no se mueve árbol sin la voluntad del Señor”, es sin duda desde la óptica desde la que podemos replantear la epistemología  que habrá de definir la manera mediante la que la ya aludida pronuncie sus últimos estertores. La pregunta no es ya si la susodicha está o no acabada. La cuestión pasa, hoy por hoy, por llevar a cabo no de manera certera, sino más bien con la suficiente antelación, el número y volumen de las piezas que derribará en su caída.

Es así que si las afirmaciones vertidas hasta el momento ya resultan severas, qué decir al respecto del grado que las mismas habrán de ocupar una vez nos hayamos tomado el tiempo suficiente para analizar la procedencia de las mismas. ¡El Partido Popular! ¡Los adalides de la Libertad! ¡Los salvadores de la Patria! ¿Qué digo salvadores? ¡Sus legítimos propietarios! Sumidos ahora en algo que es poco menos que una lucha sanguinaria (lo sería sin el menor género de dudas de estar produciéndose en cualquier otro partido) Digo esto porque como defensores del dogma católico, creen fervientemente en el poder revocador del Agua Bendita.

Y es así que son estos mismos señores, y como hemos dicho, señoras, los mismos que están dispuestos a incendiar España con tal de esconder tras el poder limpiador del fuego hechos como “El Caso Bárcenas”, a estas alturas ya descaradamente “Caso Partido Popular”; u otras consideraciones no por menos sucias, menos importantes, tales como  reformas legales como las que nos retrotraen a los años cincuenta, en donde ellos se mueven como pez en el agua.

Y luego se enfadan si cito a Jardiel Poncela, de cuya muerte se cumplen precisamente hoy sesenta y dos años; trayendo en este caso a colación la ingente obra “La Tournée de Dios”. En la misma, Dios decide fijar como lugar para proceder a su Segunda Venida, nada menos que España. Y como no podía ser de otra manera, será Madrid, concretamente  la colina donde radica La Cruz de los Caídos, el lugar expreso designado para tomar tierra. ¿Pueden acompañarme en el esfuerzo que supone hacernos a la idea de lo bien que quedarían las peinetas en algunas cabezas que hoy por hoy han sucumbido a la moda del moño?

De “La Hoguera” publicada en 1925, y en la que predice con éxito hechos que luego serán de famélica actualidad, mejor no hablamos.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

martes, 11 de febrero de 2014

CUANDO UN ÁRBOL CAE EN UN BOSQUE SOLITARIO, ¿HACE RUIDO?

En similares términos, obviamente con sus peculiaridades y por ende vicisitudes, cabría de ser expresada la que es expresión fehaciente de la serie de circunstancias que vienen rodeando el que ha pasado a ser “El Caso de los Borbones”.

El árbol caído en este caso ha sido, en contra de lo que pueda parecer, no tanto la Corona, como sí por el contrario el mito que le ha sido propio durante tantos y tantos años.
Tanto ha sido así, que de un tiempo a esta parte en España hemos pasado, rozando el límite de la impertinencia diría yo, a ver no ya el resurgir de grupúsculos pidiendo el armagedom (lo que vendría a ser la III República vamos); sino a escuchar de manera alta y clara a personalidades para nada sospechosas, como es el caso de conocidos editorialistas de ABC, llegar a preconizar la más que evidente necesidad de que LA INFANTA se retire a un discreto segundo plano renunciando, como es evidente, a todos sus derechos incluyendo, como es obvio, aquéllos que tienen que ver con la Sucesión.

En un país como el nuestro, en el que el patriotismo no es un concepto sino más bien una forma de vida (si bien muchos la traducen, cuando no la matizan encaramando “el toro y la flamenca” encima de la pantalla de plasma); lo cierto es que cada vez resulta más complicado lograr abstraerse de ciertos debates.
Y no porque los mismos sean complicados, ni mucho menos porque de la argumentación que pueda ser propia de los mismos se pueda derivar un potencial cambio de postura (al tratarse de temas tan cercanos a lo divino, lo cierto es que la tendencia al dogma impide cualquier tratamiento mínimamente serio de las cuestiones primordiales). El problema subyace en que, precisamente de denotar la imposibilidad de retrotraernos en el procedimiento, resulta  del todo imposible cualquier posibilidad de esperanza a la hora de llegar a un acuerdo.

Por ello y en esencia, sin llegar a KANT, no podemos ni debemos dejar pasar la oportunidad de volver a citar a MIRABHAUT el cual muy acertadamente vino a recordarnos en su obra “Derechos Naturales”, que: “...así este país (España), hace tiempo que perdió su ocasión de librarse de las pestilencias que emanan de sus establos, guillotinando a unos pocos de sus propios, librándose a su vez de la presión que suscita su excesiva dependencia del rigor que imponen por un lado las rígidas sotanas de unos, y los encorsetados uniformes de otros...”

Y es así no ya en un país como el nuestro, sino más bien debido a un tiempo como el que nos ha tocado vivir, que “la bailaora y el toro” han de hacer malabarismos sobre la cuerda floja en la que se ha convertido la delgada línea que supone la pantalla de plasma.
Es así que la metáfora que pasado y presente representan en tal consideración, se materializa ante nosotros haciendo estragos, no tanto por el calado de las consideraciones que de radicar en un país serio habrían de ser propias, como más bien de comprobar lo mal que una vez más en España llevamos aquello de las digestiones pesadas. Y es que resulta evidente que en un país en en el que desde lo de la “LA PEPA”, algunos no han vuelto a ver ni nieve, ni un verdadero atisbo de lealtad a cualquier cosa que escape a cuanto puedan ver desde su más que evidente miopía.

Pero si malas son las digestiones pesadas, qué decir del efecto de las velocidades excesivas. Es así España, todavía un Imperio. Se mueve pues, a su ritmo. De manera lenta, pero constante. Con rigor, pero sin azares. Que tiene su propia inercia vamos. Inercia que, volviendo a la paradoja, no  puede verse alterada, ni con toneladas de sal de frutas.
Y es así pues que, desde semejante tesitura, que podemos plantear el shock que para muchos supone el pasar de las Instituciones Inamovibles, al  tragicómico espectáculo de ver a Dª Cristina de Borbón imputada. Y todo cuando como digo, algunos siguen anclados en la ya para otros trasnochada etapa del “Juancarlismo”. Qué dudamos pues de la “Europa de las dos velocidades”, cuando en España somos un país de “dos etapas”.

Y es entonces que el empacho, es inevitable. No ya tanto por la inoperancia de los profesionales asignados al respecto, de la que tan abiertamente unos y otros han dado cumplida muestra para qué vamos a negarlo; como si más bien de algo que en emergencias conocemos como la indulgencia para aquéllos que manejan una situación para cuyo tratamiento no existen ni tan siquiera modelos de predicción.

Porque digamos lo que digamos, no voy a decir pese a quien pese porque tanto los que lo disfrutaron, como los que lo denostaron; pocos son a día de hoy los que nos acompañan; el modelo republicano poco o nada a significado para España. ¡Pero si hasta “tuvieron que salir corriendo” hasta Saboya en busca de un heredero porque una vez más las prisas de curas y militares se tradujeron en el esperpento que tumbó el primer ensayo!

Y es que ése, que no otro, es el espíritu que preside el ánimo de muchos de los que observan con sorpresa y no sin cierto pavor no tanto el espectáculo que da toda una Infanta de España; como sí más bien el hecho de presagiar que sus leyendas, que sus mitos, no solo no son ciertos, sino que son realmente falsos.

Constituye a menudo la verdad, la más increíble de las mentiras. Por ello, acudir hoy con un mínimo de respeto histórico al perfil de presente que atesora España, induce una sensación para la que, verdaderamente, hay que estar preparado.
Desde aquella Reina Costurera (a la sazón la esposa de aquél frustrado Rey secuestrado de su tierra en Saboya), hasta la mismísima María de las Mercedes del “dónde vas triste de tí” lo cierto es que nuestro país ha ido acumulando una serie no tanto de desaciertos, como sí más bien de incompetencias gestoras que tienen hoy por hoy su colofón, a la hora de ver a una Grande de España por excelencia no tanto sometida al escarnio público, como sí más bien provocando ella misma el derrubio de muchas de las instituciones que supuestamente juraron defender, máxime porque tal enconada defensa parece constituir la única justificación a su cada vez más complicada existencia.

Abogados que acaban en prisión. Fiscales que no acusan. Jueces que tienen que exiliarse para cantarnos las verdades del barquero, vienen a conformar una certera, a la par que tétrica radiografía de un país que inexorablemente llega a su fin, toda vez que las falacias, como las mentiras, tienen las patas muy cortas, de ahí que cada vez resulte más difícil mantener unidas las costuras de un entramado que hace años vio como expiraba la fecha de consumo aconsejado, sin que por ello unos ni otros se preocuparan por tomar medidas. Total... ¿Para qué? ¿Acaso Dios y la Monarquía no están unidos por el principio de eternidad?

Y es así, de manera similar al ataque de pánico con el que el niño se despierta tras una pesadilla, que nuestro país no ha terminado de despertar de su pesadilla. Una pesadilla que procede, como diría DESCARTES, de no ser capaz de diferenciar con precisión los estados omníricos, de aquéllos que son propios de  la vigilia.

La pena es que en este caso no habrá brazos reconfortantes de mamá que vengan a abrazarnos cuando la cruda realidad venga a cobrarse su tributo.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.


martes, 4 de febrero de 2014

DE LA DELGADA LINEA...

...Roja, la cual, no por ello resulta menos acusadora, toda vez que de nuevo no sirve sino para marcar el fino trazo que por otra parte nos lleva a diferenciar lo que es propio de la falacia, respecto de lo que, se mire como se mire, no es más que mera mentira.

De mentiras y falacias, o lo que es lo mismo, de lo que hace ya tantos siglos sirvió Sócrates para desmarcarse de una vez y para siempre del debate en el que algunos se empeñaron en introducirle respecto de los Sofistas; es de lo que hoy está lleno el discurso no ya del partido que aparentemente para su desgracia se halla en el poder, lo digo por el más que lamentable efecto que las mismas tienen no solo ya entre los que conforman su marco de esperanza de voto, sino expresamente entre los que conformaban su marco ideológico.

Tal vez, y a lo mejor por ello, sea que la actual tragedia en la que se halla inmerso el Partido Popular, deba de ser considerada no desde el mero y seguramente baldío punto de vista que representan los siempre inseguros resultados electorales; sino que más bien deba de ser explicitada desde las semejanzas que al respecto manifiesta la que bien podría considerarse ya como una verdadera deriva conceptual, y por ende ideológica.

Desde semejante perspectiva, y desde la misma exclusivamente, es desde donde cabría la posibilidad, y entendida ésta casi desde la perspectiva del experimento científico, capaz de proporcionar un mero viso de aceptación a la que insisto sería posible, tras largo tiempo y arduo esfuerzo, encontrar un atisbo de sentido. A la que, pese a quien pese, es la actual propuesta que al respecto del derecho de la mujer a la hora de interrumpir un embarazo, ha venido a proponer el Partido Popular.

La Ley Gallardón es, pese a quien pese, y tal y como ha quedado sobradamente demostrado les pesa incluso a algunos dirigentes del propio PP; la  manifestación más clara, al menos en lo concerniente a coherencia política se refiere, de cuantas no ya leyes, sino más bien decretazos, ha aprobado el partido que ostenta el poder.

Ley rancia, reaccionaria, restrictiva y en una palabra, cavernaria; viene como  digo no ya solo a responder de manera evidente e ideológicamente solvente a cuantos integran el denominado sector duro, sino que, de manera paradójica, se instaura como la única, al menos hasta el momento de la redacción de la presente, sentencia legislativa que guarda un principio de coherencia para con el programa electoral que no debemos nunca de olvidar, encumbró al Sr. RAJOY hasta el poder.

Porque escueza a quien escueza, la mal llamada Ley Gallardón, no es en  realidad sino la ley por excelencia del Partido Popular. Aquélla en definitiva que les consolida, al menos de momento, como los grandes representantes  de las más  duras, reaccionarias y profundas consideraciones, y que viene por ende a condonar los deterioros que al respecto de otras consideraciones, se han visto obligados a hacer, poniendo en peligro, ahora sí no solo a su tejido programático, sino abiertamente a aquél que consolida y se declara como vector director de las tradiciones inquisitoriales en España.

Porque solo desde semejante perspectiva, desde la que nos retrotrae no ya a La Inquisición del XVI castellano, sino a la propia de Aragón del Siglo XIII, a donde definitivamente parece traducirnos esta ley.

Inquisición e Iglesia. Una vez más, unidas, de manera unívoca, y siempre para formar triunvirato, me niego a pensar que para hacer un trío, con la otra gran consideración, a saber el poder puro, en sus más diversas acepciones.
Busca así una vez más Gallardón refugio en La Iglesia. O más concretamente habría que decir lo hace en la lectura, cuando no en eso tan complicado que es la interpretación, máxime si cabe cuando lo aplicamos a aspectos tan por ende subjetivos, sensibles y estructurales.

Cae así en la denominada interpretación que al respecto de la concepción de la Vida hace de la vida La Iglesia, y es cuando tras sincera y atenta lectura de la misma, podemos por nosotros mismos llegar a la conclusión no ya de que semejante consideración no solo no ha sido siempre la que es hoy, sino que tal y como puede demostrarse fácilmente, la misma ha cambiado, ha evolucionado con el tiempo, por supuesto incluso dentro de la  propia carga conceptual que forma el Dogma Epistemológico de la Iglesia, e incluso del Cristianismo.

Así, retrotrayéndonos de una sola vez hasta el siglo IV, y más concretamente hasta las enseñanzas nada más y nada menos que atribuibles a Agustín de Hipona, a la sazón uno de los padres de la Tradición Cristiana, y a la sazón instigador natural de la escolástica, lo cierto es que la vida, atribuible al menos en lo que consideramos como propenso a la concepción, y siempre según el marco de la denominada consideración creacionista: “...es así que viene a producirse una vez que el  infante ve la luz. Momento en el que el Sumo Hacedor tiene a bien insuflar en el mismo el hálito vital que conforma su Alma incorrupta, el cual ha sido rescatada como si procediera de allí donde él mismo las alberga.”

Quedando completamente fuera de mi intención al menos hoy desarrollar la menor intención en pos de conciliar un debate, lo cierto es que ni puedo ni quiero permanecer callado toda vez que de nuevo he de asistir, como una vez lo hizo Sócrates, a la manipulación interesada. Una manipulación que en éste caso pasa inexorablemente por jugar con el sentido de los discursos, trenzando de nuevo la realidad en pos de conciliar retórica con sofismas, concediendo con ello espacio a quienes en realidad no hacen sino conferir de manera voluntaria espacio en el que se den las condiciones destinadas a que las mentiras se vistan de falacias y, aprovechando la coyuntura de los carnavales, terminen disfrazadas de verdades torticeras.

Para que se entienda, los detritos, defecaciones, basuras y excrementos tras los que algunos se empeñan en ver abono, no dejan de ser, dicho en una palabra, verdadera y auténtica mierda. 


Luis Jonás VEGAS VELASCO.