martes, 4 de febrero de 2014

DE LA DELGADA LINEA...

...Roja, la cual, no por ello resulta menos acusadora, toda vez que de nuevo no sirve sino para marcar el fino trazo que por otra parte nos lleva a diferenciar lo que es propio de la falacia, respecto de lo que, se mire como se mire, no es más que mera mentira.

De mentiras y falacias, o lo que es lo mismo, de lo que hace ya tantos siglos sirvió Sócrates para desmarcarse de una vez y para siempre del debate en el que algunos se empeñaron en introducirle respecto de los Sofistas; es de lo que hoy está lleno el discurso no ya del partido que aparentemente para su desgracia se halla en el poder, lo digo por el más que lamentable efecto que las mismas tienen no solo ya entre los que conforman su marco de esperanza de voto, sino expresamente entre los que conformaban su marco ideológico.

Tal vez, y a lo mejor por ello, sea que la actual tragedia en la que se halla inmerso el Partido Popular, deba de ser considerada no desde el mero y seguramente baldío punto de vista que representan los siempre inseguros resultados electorales; sino que más bien deba de ser explicitada desde las semejanzas que al respecto manifiesta la que bien podría considerarse ya como una verdadera deriva conceptual, y por ende ideológica.

Desde semejante perspectiva, y desde la misma exclusivamente, es desde donde cabría la posibilidad, y entendida ésta casi desde la perspectiva del experimento científico, capaz de proporcionar un mero viso de aceptación a la que insisto sería posible, tras largo tiempo y arduo esfuerzo, encontrar un atisbo de sentido. A la que, pese a quien pese, es la actual propuesta que al respecto del derecho de la mujer a la hora de interrumpir un embarazo, ha venido a proponer el Partido Popular.

La Ley Gallardón es, pese a quien pese, y tal y como ha quedado sobradamente demostrado les pesa incluso a algunos dirigentes del propio PP; la  manifestación más clara, al menos en lo concerniente a coherencia política se refiere, de cuantas no ya leyes, sino más bien decretazos, ha aprobado el partido que ostenta el poder.

Ley rancia, reaccionaria, restrictiva y en una palabra, cavernaria; viene como  digo no ya solo a responder de manera evidente e ideológicamente solvente a cuantos integran el denominado sector duro, sino que, de manera paradójica, se instaura como la única, al menos hasta el momento de la redacción de la presente, sentencia legislativa que guarda un principio de coherencia para con el programa electoral que no debemos nunca de olvidar, encumbró al Sr. RAJOY hasta el poder.

Porque escueza a quien escueza, la mal llamada Ley Gallardón, no es en  realidad sino la ley por excelencia del Partido Popular. Aquélla en definitiva que les consolida, al menos de momento, como los grandes representantes  de las más  duras, reaccionarias y profundas consideraciones, y que viene por ende a condonar los deterioros que al respecto de otras consideraciones, se han visto obligados a hacer, poniendo en peligro, ahora sí no solo a su tejido programático, sino abiertamente a aquél que consolida y se declara como vector director de las tradiciones inquisitoriales en España.

Porque solo desde semejante perspectiva, desde la que nos retrotrae no ya a La Inquisición del XVI castellano, sino a la propia de Aragón del Siglo XIII, a donde definitivamente parece traducirnos esta ley.

Inquisición e Iglesia. Una vez más, unidas, de manera unívoca, y siempre para formar triunvirato, me niego a pensar que para hacer un trío, con la otra gran consideración, a saber el poder puro, en sus más diversas acepciones.
Busca así una vez más Gallardón refugio en La Iglesia. O más concretamente habría que decir lo hace en la lectura, cuando no en eso tan complicado que es la interpretación, máxime si cabe cuando lo aplicamos a aspectos tan por ende subjetivos, sensibles y estructurales.

Cae así en la denominada interpretación que al respecto de la concepción de la Vida hace de la vida La Iglesia, y es cuando tras sincera y atenta lectura de la misma, podemos por nosotros mismos llegar a la conclusión no ya de que semejante consideración no solo no ha sido siempre la que es hoy, sino que tal y como puede demostrarse fácilmente, la misma ha cambiado, ha evolucionado con el tiempo, por supuesto incluso dentro de la  propia carga conceptual que forma el Dogma Epistemológico de la Iglesia, e incluso del Cristianismo.

Así, retrotrayéndonos de una sola vez hasta el siglo IV, y más concretamente hasta las enseñanzas nada más y nada menos que atribuibles a Agustín de Hipona, a la sazón uno de los padres de la Tradición Cristiana, y a la sazón instigador natural de la escolástica, lo cierto es que la vida, atribuible al menos en lo que consideramos como propenso a la concepción, y siempre según el marco de la denominada consideración creacionista: “...es así que viene a producirse una vez que el  infante ve la luz. Momento en el que el Sumo Hacedor tiene a bien insuflar en el mismo el hálito vital que conforma su Alma incorrupta, el cual ha sido rescatada como si procediera de allí donde él mismo las alberga.”

Quedando completamente fuera de mi intención al menos hoy desarrollar la menor intención en pos de conciliar un debate, lo cierto es que ni puedo ni quiero permanecer callado toda vez que de nuevo he de asistir, como una vez lo hizo Sócrates, a la manipulación interesada. Una manipulación que en éste caso pasa inexorablemente por jugar con el sentido de los discursos, trenzando de nuevo la realidad en pos de conciliar retórica con sofismas, concediendo con ello espacio a quienes en realidad no hacen sino conferir de manera voluntaria espacio en el que se den las condiciones destinadas a que las mentiras se vistan de falacias y, aprovechando la coyuntura de los carnavales, terminen disfrazadas de verdades torticeras.

Para que se entienda, los detritos, defecaciones, basuras y excrementos tras los que algunos se empeñan en ver abono, no dejan de ser, dicho en una palabra, verdadera y auténtica mierda. 


Luis Jonás VEGAS VELASCO.



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