martes, 30 de agosto de 2016

DEFINITIVAMENTE: NO.

Veo a Mariano en la pantalla de mi televisor, y durante unos instantes dedico mi tiempo a desarrollar una indagación destinada a tratar de atisbar en el silencio conceptual al que se reduce su perorata, una suerte de inconsciente que me ayude a salvar el pánico que me produce constatar la certeza del que desde hace unos segundos se manifiesta como el mayor de mis miedos; el que pasa por la comprensión, en forma de epifanía reveladora, de que efectivamente es neta y absolutamente consciente de todo lo que está haciendo y diciendo; y es aún más consciente de todo lo que no deja hacer, de todo lo que nos obliga a ignorar.

Redundando por enésima vez en la constatación de que no es sino el cúmulo de dudas que me regala el vivir diario lo que me arroja de manera inexorable en brazos de las certezas procedentes del conocer la Historia; es por lo que un día más vengo a refrendar la tesis por la cual, probablemente, una forma responsable de entender el presente, pase sencillamente por otorgar al pasado el valor que se merece.

La idea me gusta, mas para mi desgracia Mariano ha logrado despertar en el auditorio una suerte de hilaridad procedente de un comentario, no sé si improvisado (¿Improvisado digo? Eso es imposible. Seguro que en la Lógica Mariana no cabe una improvisación en mitad de un Discurso de Investidura, aunque ésta vaya a ser fallida). La respuesta se desliza hasta mí con suavidad, pues el nombre de Pedro SÁNCHEZ acaba de aparecer, y ello pone fin a cualquier concesión a la inteligencia, por más que ésta fuese a hacer acto de presencia por medio de una improvisación.

Inteligencia, concepto, fallido… ¡Solo los Clásicos pueden ayudarme!

Busco Política, y encuentro rápido una aseveración: Es la Política el Ejercicio natural al que tienden los Hombres, en la medida en que vivir organizados es la máxima expresión en la que redunda el proceder llamado a permitirles alcanzar el máximo desarrollo de sus facultades.
Es pues la Política un acto de necesidad, y la Demagogia se erige nada menos que en su proceder degenerativo, en la medida en que la Demagogia encierra solo proceder dentro de la esencia destinada a subrayar conceptos allí donde éstos están por existir.

Se abandona así pues Mariano al bello aunque infructuoso arte de pasear a lomos del caballo de la Demagogia. Mas el demagogo, al igual que el niño caprichoso, hacen causa común en el hecho de ser incapaces de ser conscientes de la naturaleza del mal que les alienta en sus correrías. Y ay de aquel que ose despertarles de su sueño.

Por eso no es lo malo que Mariano espere que raudos le acompañemos en su devaneo. No contento con eso, pronto mostrará sus verdaderas intenciones, intenciones que se materializarán en forma de tributo, tributo consistente en la obligación de ver tal y como él lo ve, la composición de todos y cada uno de los paisajes llamados a componer este el escenario al que de manera sorprendente, nos ha conducido.

Pero no todo está perdido. Existen cuestiones, las llamadas sin duda Grandes Cuestiones, que si merecen tal mención es precisamente porque su presencia o la  de sus consecuencias se intuyen en todos y cada uno de los procederes en los que la huella del Hombre esté presente, ya sea en el presente, y qué decir si el menester se hunde en el pasado. Y una de éstas es, sin duda, la procedente de los análisis que al respecto de las mismas se atribuyen al ejercicio de la responsabilidad.
Es la consecuencia el resultado práctico del quehacer metafísico en el que más pronto que tarde acaba por redundar el conocido concepto de la responsabilidad. Pero así como no todos estamos capacitados para entender las consecuencias, a pesar de su condición directa y material; ¿Qué esperar de la capacidad de comprensión del proceder vinculado al ejercicio de la responsabilidad, cuya naturaleza responde a condicionantes estrictamente metafísicos?

Encuentro así pues que no es sino a través del dislate en el que me sume la escucha parcial de las divagaciones a las que me condena el Discurso de Investidura fallida de Mariano; el medio por el que acabaré por entender, quién sabe si definitivamente, la regla llamada a vislumbrar la incógnita del proceso por el que según el Clásico Griego La Degeneración Lógica a la que tiende La Política es, sin duda La Demagogia.

¿Significa que Mariano es un demagogo? En absoluto. O al menos no él solo. Requiere el correcto desarrollo del quehacer demagógico un escenario global perfectamente definido. Actores, secundarios, incluso los paisajes, todo, ha de estar perfectamente definido pues, en contra de lo que pueda parecer, la dosis de improvisación que a priori se puede esperar de la práctica lícita de La Política no tiene aquí cabida pues la condición de artificial del proceder demagógico anula toda expectativa lógica.

Es por ello que si identificamos en la Demagogia el hilo conductor del proceder destinado a explicar la suerte de coherencia llamada a aportar orden dentro del desbarajuste al que parece tender la actividad Política en nuestro país; indirectamente habremos de asumir que es esta mima Demagogia la llamada a instruirnos en el proceder de todos y cada uno de los protagonistas del paisaje refrendando. Y esta afirmación incluye especialmente al Sr. SÁNCHEZ, incluyendo su supuesto no porque no.

Es la Política mucho más que una forma de entender la Vida. Podremos decir de hecho que la Política es en sí misma, una determinada forma de vivir. Por ello, cuando la Política cambia, cuando la forma de hacer Política cambia (cuando triunfa la Demagogia), el verdadero problema no es sino la aceptación de que es la Vida la que verdaderamente ha cambiado.

Es entonces cuando llega el momento de comprende que no es sino asumir, lo llamado a convertirse en el nuevo quehacer del Hombre. Asumir que no vivimos, que, a lo sumo, aspiramos. Aspiramos a ser, a sentir, a indagar. Y aquellos afortunados, los llamados a saber que saben, pueden hacer de su Vida un eterno retorno, pues sabedores de los sinsabores a los que el saber les condena, se erigen en único dueños de la Vida, separando la certeza del rayo de la incógnita nebulosa del trueno…
Para los llamados a necesitar de un ejemplo, tal vez una metáfora humana les baste: Don Quijote, sabía.

Pero saber no es fácil. Para ser más exacto, vivir sabiendo no resulta en absoluto sencillo. Es más, a menudo, si no estás preparado, la acción continua de saber, redunda con su perturbador eco en la a menudo acción pasiva de vivir. Es así que para vivir basta. Basta con respirar, con dejar pasar. Incluso con soportar. Por el contrario, vivir sabiendo exige de una toma de postura, es en sí misma una cuestión proactiva. Una cuestión que redunda de manera natural en el desarrollo de efectos, efectos que tienen sus causas en los que viven sabiendo.

Y Don Quijote sabía. Su ¡…que no son molinos Sancho, que son gigantes! Encerraba muchas y muy variadas cuestiones. Cuestiones tan variadas, y a la vez tan importantes, que han sido objeto del interés ya fuera éste consciente o inconsciente de autores posteriores. Así lo desvela la oscuridad de Ferdinand LaSalle cuando la frustración motivada por el Hombre le lleva a afirmar: No nos señaléis el fin sin los medios, pues medios y fines se hallan de tal modo ligados en este mundo que si cambian los unos cambian los otros, y cada senda distinta tiene otros fines.

Así que, Mariano, de la lectura atenta no tanto de tus palabras, sino más bien de tus silencios; obtengo, supongo que muy a tu pesar, la certeza de que no ya el Sr. Sánchez, como sí más bien su “No”, no es que estén acertados, sino que encierran en sí mismos la única opción posible. Todo lo demás no es sino Demagogia, o como dice Maquiavelo en Instrucciones a Rafaello Girolami: “A veces las palabras han de servir para disfrazar los hechos. Pero esto se debe hacer de tal manera que nadie se dé cuenta; o, si se notase, es preciso tener dispuestas las disculpas para poderlas interponer inmediatamente.”

Así pues, Sr. Sánchez, le queda la labor más difícil. La que pasa por constatar que la Demagogia no ha triunfado del todo. La que pasa por constatar que aún hay espacio para la Política. Curiosamente a partir de algo tan aparentemente restrictivo como es un “no”, habrá de erigirse la mayor fuente de afirmaciones que existe, la que procede del noble arte del ejercicio de la Política.

Pero recuerde Sr. Sánchez. No puede traicionarnos. De hecho, llevamos siglos vigilantes, pues siglos lleva el camino marcado:

Que vuestra palabra sea sí, sí, no, no; lo que se añade es espacio para la maldad.
Mateo 5:37


Luis Jonás VEGAS VELASCO.