lunes, 15 de octubre de 2012

DE LOS VÉRTIGOS PROPIOS DE NUESTRAS CITAS CON LA HISTORIA


¿Qué sería aquello que sintieron los protagonistas de tal, o cual momento de la Historia? Sin duda, esta cuestión ha pasado, ya fuera de manera directa, o involuntaria, por nuestra cabeza, en infinidad de ocasiones, sobre todo en los momentos, aparentemente tan lejanos ya, en los que las bonanzas del por entonces presentes, ayudaron a convencernos de la, hoy por hoy falacia, según la cual vivíamos en el mejor lugar posible, en el mejor momento posible.

Quién, de parecida manera, no envidió en alguna ocasión poder ser testigo de momentos tales como la firma del Tratado de Versalles. Quién no ha deseado comprobar si las cosas fueron, realmente al menos si no como las imaginamos, sí como nos las contaron. Cuántos no han deseado, en cualquier caso, tener la ocasión de vérselas en alguna ocasión, cara a cara con la Historia para, en el menos malo de los casos, poder dar muestra de su valía.

Mas de todas estas afirmaciones, tan sólo una certeza procede ser convenientemente comprendida. La que procede de certificar el hecho mediante el cual nos han narcotizado, nos han inutilizado de cara a poder no ya actuar de conformidad a como los grandes momentos de la Historia nos hubieran requerido. Han logrado en realidad que seamos incapaces tan siquiera de reconocer tales hechos, librándose con ello de las más que posibles molestias que nuestros actos hubieran sin duda llevar aparejados.

Cada época tiene el Momento Histórico que le es propio. El nuestro es, sin duda, éste. Nuestro aquí, y nuestro ahora, además de ser irrepetibles, e inimitables, comparten además la certeza de saberse imprescindibles, al ser en los mismos reconocible la certeza que se repite de forma inexorable en todos los momentos tales, la que procede de saber que de nuestros actos del ahora dependerá que nunca más, las cosas vuelvan a ser iguales, ni para bien, ni para mal.

Por ello, acude al recuerdo, de manera inapelable, la otra gran variable, la de la Responsabilidad. Responsabilidad, la que resulta imprescindible, no sólo de saber reconocer como tal el momento mencionado, sino más bien de asumir las contraprestaciones, el precio, que sin duda habrá de ser pagado una vez que cada uno se comporte de manera coherente a como el reconocimiento de la condición de su momento, su individualidad le dé a entender.

Es nuestro momento. Un momento que tiene sus causas en el pasado, y que sin duda decidirá nuestro futuro.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.