lunes, 19 de octubre de 2015

DE CONSTATAR QUE SOLO LOS TONTOS ESCRIBEN.

Que sí, de verdad, que una vez superada la impresión que la frase que hoy nos provoca;  y una vez superada la tentación casi lógica de soltar lo que vendría a ser una respuesta simétrica que sin duda bien podría pasar por “y solo los listos leen”, acabaríamos enfrascados en una suerte de disquisición formal de la que salir resultaría tan sencillo, o cabe decirse más bien que tan complicado, que haríamos imprescindible un baño de humildad que muy probablemente habría de transitar por escenarios tales como los que nos presenta una afirmación que a mi entender no solo no pierde autoridad con el paso del tiempo, sino que más bien, la gana: “Quien escribe habla a lo sumo de lo que cree conocer. Afortunado el que escucha, pues podrá optar a aprender algo.”

Haciendo bueno el dicho según el cual una de las cosas que hacen grande nuestro transitar por la vida, en la mañana de hoy departía yo con uno de los que han tenido a bien aceptar tamaña consideración para con mi pequeña persona; y dicho sea de paso además de proporcionarme el titular a partir del cual pergeñar mi maldad de hoy, se ha mostrado no menos lúcido que en anteriores consideraciones, si bien se ve que más metódico y ordenado, porque en este caso sí que voy a poder aprovechar muchos de los componentes que se promulgan en sus disquisiciones de cara a consolidar lo que digamos aspira a ser, un discurso ordenado.

Como no puede ser de otra manera, todo ha comenzado a partir de la que parecía ser la pregunta del millón: “¿Qué opinas del debate de ayer?” Dado que efectivamente no acudí a la cita con el televisor puesto que si de verdad quiero ver Ciencia Ficción, leo algo de Asimov, es que expresar tal consideración, ha tenido el efecto esperado esto es, calentar su boca en lo que ha comenzado siendo una zurra en mi contra por pecar de ignorante, para pasar finalmente a lo interesante, o sea, al análisis de las sensaciones que no ya las conclusiones como sí más bien el modus operandi de los mismos, le causó.
Y digo que las sensaciones primaron sobre los conceptos rompiendo con ello el orden lógico que en principio cabría ser esperado, porque una vez más, mi amigo ha sido capaz de expresarme en esta ocasión de manera además argumentada el lamento que para él supone últimamente ver hablar de Política a mucho que no lo olvidemos, para nuestra desgracia, aspiran sinceramente a dirigir nuestros designios a partir del próximo veinte de diciembre.

Así, presa no sabemos si de una suerte de estulticia paradigmática, o lo que es peor, de una esclavitud que no pueden confesar por proceder ésta de unos compromisos de naturaleza no precisamente electoral, los cuales en la mayoría de los casos ya están firmados, y se traducen en la única justificación que muchos de estos nuevos actores tienen para haber pasado a formar parte del escenario electoral que no todavía político en España; estoy hablando, para cualquiera que no se atreva con la traducción libre, de Ciudadanos, partido que yo considero resultante de una reacción química en la que el IBEX 35 ha actuado como catalizador. Y si bien en química la característica primordial de un catalizador pasa precisamente por no dejar huella de su presencia en los resultados; puestos en metáfora política, podríamos deducir que lo que caracteriza a un catalizador en tamaña disciplina es que “no se mueve el árbol, sin la voluntad del Señor.”

Dicho lo cual, y netamente convencido de que ateniéndonos a lo que concierne a los partidos emergentes, muchas más son las cosas en las que coinciden, que las que por el contrario podrían separarles; que participo de otra de las ideas matriz esbozadas por mi buen amigo expresada a partir de la conclusión según uno de los desastres de anoche pasó por ver hasta qué punto, y referido a una de las cuestiones capitales, cómo no, de las vinculadas al Mercado Laboral, ambos contendientes pecaban de obcecación al pensar que éste habría de amoldarse a lo que ellos expresaban como fuente y virtud de sus deseos, expresando además tal desacato a partir de la comprensión de la que habría de ser su Política de Empleo a la vista de sus planteamientos a la hora de reducir cuando no unificar, las propuestas de un contrato único.

Personalmente difiero de la conclusión esbozada por mi amigo. Así, y siempre según mi particular visión, lo único que habría de resultar capital para un partido político habría de ser su capacidad primero para detectar aquellas cuestiones que a la vista de la realidad, podríamos circunscribir al hábito de lo mejorable para, una vez efectuada tamaña catalogación, proceder con el diseño y la adopción de medidas que confluyan en la mejora de las mismas. De esta manera, que quienes se consideran competentes para gobernarnos lo hagan desde la plena convicción de que pueden cambiar el mundo, a mí no solo no me molesta, sino que más bien añadiría habría de erigirse en condición sine qua non sobre todo en aquellos partidos cuya adscripción se corresponde con los que podríamos catalogar en el capítulo de los de nueva creación.

A partir de aquí, la conversación se ha enrarecido, sobre todo porque mi amigo se ha enzarzado en una suerte de razonamiento cuya pauta no era por mí compartida. A pesar de ello, ha tenido un último instante para desvelarme el enigmático sentido desde el que ha soltado la frase que yo uso como encabezamiento: “Mucha de la gente que presenció anoche el debate, en realidad no se ha enterado de nada. Lo digo porque había al respecto muchos comentarios en twitter y en Factbook. Y como sabes, Jonás, solo los tontos escriben.”


Luis Jonás VEGAS VELASCO.