viernes, 1 de octubre de 2010

DE LA BELLEZA DE LA DIPLOMACIA, A LA SINRAZÓN DESMEDIDA.


Esos son los sentimientos que atenazan con fuerza mi mente cuando observo como, el Ser Humano, una vez convencido de que ha de manifestar su diferencia respecto del resto de creaciones de la Naturaleza, se empeña en hacer de la sinrazón metódica, vestida de halo científico, la última y por ello a la sazón tal vez más excelsa de sus aportaciones al mundo.

Porque, qué otra posibilidad queda para comprender esto, para afrontar que, cuando parecía casi imposible emborronar aún más si cabe este bello ejercicio que en condiciones normales debería ser la política, pues no, todavía no se ha alcanzado el límite de la inmundicia. Todavía podemos superarnos.

“Todos a la Huelga”, gritan hoy sindicalistas desorientados, así como un sinfín de acólitos perfectamente orientados, o más concretamente orientados por la perspectiva que en este país tiene el “ansia de un carguito”.

Cierto es que hasta hoy, con la salvedad moral que proporcionan los artículos constitucionales 2 y 28; y una vez analizada convenientemente la Ley de Régimen Laboral de 1980, todos ellos preceptos legales de nuestro Estado, y que por ello no serán cuestionados por este que suscribe nunca, siempre me había resultado difícil explicar la existencia en España de unas estructuras como las sindicales que, si bien por lógica deberían estar siempre bien vistas en un país en el que la mayoría somos trabajadores, teniendo a la sazón sus arcas llenas en el mejor de los sentidos a partir de las aportaciones casi voluntarias de sus miembros, aquellos trabajadores a los que tan brillantemente guían en la infatigable lucha contra el opresor empresario; dan por el contrario una sensación de estructura demacrada deteriorada y decrépita que, tal y como he puesto de manifiesto, necesitan tener su existencia garantizada por Ley, a la vez que, y fruto sin duda de todo esto, necesitan subsanar sus inefables contabilidades con las aportaciones que, igualmente por Ley, llevan a cabo los mismos Gobiernos contra los que se manifiestan.

En una palabra, de locos, así que por favor, no intenten entenderlo.

Tal vez una vez más, en la Historia esté parte de la respuesta a este galimatías, en cualquier caso es tarde para intentar descifrarlo. Pero no por ello me resisto a una última reflexión ¿Si los sindicatos surgieron al hilo de la “Revolución Industrial”, qué sentido tiene su presencia en un país que todavía no ha vivido semejante hecho.?

Sin otro parecer, salvo aprovechar la ocasión que se me brinda para manifestarle cumplida constancia de la más sincera de mis consideraciones.

Se despide atentamente.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.