domingo, 4 de diciembre de 2011

DE CUANDO LA APARENTE CERTEZA NO HACE SINO REDUNDAR EN LA CONVICCIÓN DE QUE CIERTAMENTE, NO TENEMOS NI IDEA DE QUÉ ES EXACTAMENTE AQUELLO QUE NOS RODE


Una vez más, es el reconocimiento del presente que le es propio a cada uno, lo que lleva en mi caso a comprobar con gran desencanto cómo, una vez más, el exceso de certezas mostradas por aquellos que son administrados, se han confabulado con la manifiesta incapacidad de los que una vez asumieron el papel de administradores para, desencadenando de nuevo los preámbulos de uno de los juegos más rancios de los que se ha dado en jugar la historia, concatenar de nuevo los acontecimientos previos que sin duda alumbrarán una nueva realidad.

Como viene ocurriendo desde que el tiempo es tiempo, la perversión que parece propia de la clase dirigente, en tanto que la vocación de servicio no es la prioridad que justifique su decisión en el momento de decidir su función; ha creado una brecha entre administración y administrados que, a día de hoy, es prácticamente insalvable.

Esta brecha, que en términos cuantitativos tiene su reflejo en encuestas como la del CIS, según la cual, la clase política constituye en sí misma un problema para España; se manifiesta en términos cualitativos en el hecho de que la Política como concepto, y el ejercicio político en tanto que manifestación gratificante para el hombre, han fracasado estrepitosamente.

“Nuestro Régimen sirve los intereses de la masa de los ciudadanos y no sólo los de una minoría y. por ello, se le ha dado el nombre de democracia. En los asuntos privados, los hombres tienen delante de la ley las mismas garantías, y es el prestigio particular de cada uno, no su pertenencia a una clase, sino su mérito personal, el que le permite acceder a los cargos y magistraturas. De la misma manera, ni la pobreza de nadie, ni tampoco su humilde condición social, son un obstáculo, si es capaz de servir a la patria. Nos gobernamos en un espíritu de libertad, y esa misma libertad se encuentra en nuestras relaciones cotidianas, en las que la desconfianza o el recelo están ausentes y tampoco nos ofende que nuestros vecinos quieran vivir de la forma que mejor les plazca.

En conclusión, yo afirmo que nuestra ciudad es, en su conjunto, un ejemplo a seguir para todos.”

Este maravilloso texto, engloba en sí, y lo hace de manera ordenada, la quintaesencia del modelo existencial en el que se engloba nuestro quehacer político, aquello a lo que debemos aspirar si cumplimos con lo que debemos, así como que contiene una descripción práctica y a la sansón muy acertada, de los procedimientos necesarios para conseguir su definitiva y razonada implantación.

Así, resulta difícil acceder a otra muestra más lograda que ésta, en la que de manera brillante y casi efímera, se solventan de manera hábil donde las haya, aspectos fundamentales de nuestro aparentemente nuevo modelo de gobierno basado en la democracia; cuales son una sorprendente por lo sobrio definición ejemplar de la democracia, junto con una sublime descripción de sus características.

Este texto que, aparentemente goza de la energía y la vitalidad propia de aquello que es actual, se muestra ante nosotros con todo el esplendor del que puede hacer gala el abuelo que, una vez más, ha de hacer gala delante del nieto de uno de los juegos más viejos de los que la Historia es testigo. Ese juego destinado a demostrarnos una vez más que a menudo la experiencia no hace sino poner de manifiesto lo difícil que en temas capitales resulta poner algo nuevo bajo el sol.

Este texto, que está extractado de la obra “Historia de la Guerra del Peloponeso, 423-411 a.C.” es obra de TUCIDIDES, un coetáneo de PERICLES, ya sabéis, el gran elemento de aportaciones tan abrumadoras al marco de aplicación de una democracia la griega del siglo V a.C, la cual, tal y como ha quedado puesto de manifiesto a la luz del texto, sería de total y absoluta aplicación en la actualidad.

La pregunta entonces es clara, y su formulación obvia. ¿En qué nos hemos equivocado, dónde nos hemos dormido para que documentos estructurales de hace dos mil quinientos años, adquieran hoy pleno dominio de vigencia?

Tal vez baste un corto paseo por la realidad que nos rodea, comprobando los retrocesos en el estado de derecho, viendo el ascenso de las estructuras autárquicas por definición, o las francas cesiones en capítulos y libertades otrosí se pensaban consolidadas, para comprobar definitivamente que la actualidad no sólo no se nutre exclusivamente del presente más rabioso, sino que a menudo tiene que recuperar un conato de orden bebiendo en las fuentes del tranquilo presente a medio plazo.

Luis Jonás VEGAS VELASCO

diciembre de 2011.