martes, 19 de noviembre de 2013

HABILITANDO LA DESBROZADORA COMO HERRAMIENTA POLÍTICA,

Pasan no ya los días, sino tan siquiera los minutos, y cada instante que pasa no sirve sino para constatar la tremenda fuerza de la que gozan todas aquellas estructuras; con forma de instituciones unas, y de simples personas otras; que se han propuesto no ya cambiar esto, sino más bien reducirlo todo a cenizas.

Recuerdo ahora, casi con nostalgia los tiempos que ya fueron objeto de nuestro tránsito, hace aproximadamente dos, si no tres años. Tiempos en los que los vestigios de lo que hoy es nuestra cruel realidad, hacían su aparición de forma más o menos oscura, de manera por siempre velada; pero que en cualquiera de los casos dejaban un estrecho paso por el cual los amigos de la conspiración podíamos introducir los instrumentos que componían nuestro set de trabajo, a saber la duda, cuando no la desconfianza, y tejer con ellos un escenario paralelo en el que las conclusiones que se obtenía divergían, y no precisamente poco, de aquéllas con las que el Gobierno, y sus afines, se empeñaban en alienarnos.

Eran los tiempos de lo que denominábamos “El triunfo de la Política del Solar.” Visto como digo, con la perspectiva que aporta el tiempo, bien podríamos afirmar que un periodo contemplado casi con nostalgia.
Porque una vez más, la realidad supera a la ficción. Así, todos los Principios, realidades más o menos potenciales, y por supuesto todas las previsiones bajo los que se conformaron esos escenarios, se han visto superados no radical, sino más bien sistemáticamente.

Aquel a priori sólido principio sobre el que apoyábamos toda la disertación, que pasaba inexorablemente por la convicción de que los entes macrófagos que dirigen los designios de nuestra realidad detendrían su labor destructora al llegar a ciertos puntos de no retorno; se ha mostrado errónea toda vez que partía de la premisa falsa según la cual los mencionados entes participaban, en mayor o menor medida de elementos comunes que en cierta medida les convertían en afines para con la realidad que estaban destruyendo.
Y es ahí donde radica el error. Estos señores no han venido a hacer prisioneros, ya que según antiguos escritos extractados de las Guerras Púnicas “…no es el prisionero sino una peligrosa forma que adopta el enemigo en tanto que su mera presencia en retaguardia desmoraliza a la tropa al comer su comida, amenazar a las mujeres y aumentar su potencial hostilidad alimentada desde el rencor que su condición de prisionero le proporciona.”

Abandonando los silogismos, y por ende las metáforas ya baldías, lo cierto es que cuando hace ya dos años, la Derecha Cavernaria se alzaba con el poder en España, sustituyendo las explicaciones de su programa por la vana ostentación de un Programa Electoral basado en la mentira, y versado en el enfrentamiento;  muchos fueron los que lanzaron contra los que nos atrevimos a gritar: “¡Cuidado!”, la consigna de que no solo no pasaba nada, sino que nos obligaron a recordar que “…hace no mucho que estuvieron por aquí y la verdad, no fue para tanto.”

Lejos de caer en la tentación de acusar de desmemoriado, cuando no de imprudentes a cuantos de todo ello se jactaron, lo cierto es que de lo que no me voy a cuidar, aún a riesgo de ocupar tiempo y espacio, es de llamar abiertamente ingenuos a los que se empeñaban en retrotraerme no ya temporal, sino conceptualmente, a los tiempos del Sr. Aznar.

Constituyen aquellos tiempos una realidad distinta no tanto, o quién sabe si solo, por las particularidades tan diferenciadoras de sus protagonistas; como quién sabe si incluso más por los efectos, en este caso absolutamente particulares, y por ende del todo imprevisibles, que la denominada erótica del poder tiene en las personas.
Así, mientras en el caso de nuestro actual Presidente estos efluvios no parecen hacer efecto, quién sabe si, tal y como dicen algunos las formas que emplean no son las propias para con las líneas oficiales que a tal efecto disponen aquéllos con cuya ideología comulga; lo cierto es que retomando lo expuesto en relación al pretérito, a saber el Sr. AZNAR, lo cierto es que sobre éste no solo hicieron efecto, sino que con un grado y nivel que acabaron por confeccionar un ente, en este caso del todo irreconocible incluso para aquéllos que habían hostigado, engañado y vilipendiado, en pos de erigirlo como habitante con llaves de “La Moncloa”.

Porque lo que de verdad diferencia a D. José María AZNAR, de D. Mariano RAJOY, es que el Sr. AZNAR se creyó político. Y no contento con ello, se empeñó en hacer Política, aunque como hemos dicho tal consideración bien pudiera ir en detrimento de los intereses de aquéllos para cuya salvaguarda fue erigido Presidente del Gobierno el 3 de marzo de 1996.
Tanto es así que, con la salvedad que a modo de excepción que confirma la regla  nos proporciona la constatación de la puesta en marcha de políticas de corte Neoliberal tales como las nunca olvidadas ventas y privatizaciones de la masa e infraestructura del país, lo cierto es que pocos más son los ejemplos en los que se puede ver a un AZNAR en ejercicio displicente de los parabienes respecto de los cuales fue erigido en el cargo.
Y lo cierto es que tal y como podemos comprobar, de ejercicio consciente de una actividad política consciente, a la aparenten certeza de que el mundo puede algún día llegar a pedirte responsabilidades, hay un paso. De ahí que llegue el momento de hacer memoria (y hasta publicarlas)

Mas si por el contrario lo que ocurre puede explicarse de manera más certera desde los prismas aportados por alguien del bajo perfil político como el que presenta el Sr. RAJOY; tal peligro es inexistente (lo que viene a certificar la tesis en base a la cual los que vienen a conformar los poderes y entes ocultos destinados a cocinar la que luego creeremos nuestra realidad, libre y democráticamente aceptada para más INRI, han aprendido bien la lección.)

Es por ello que nadie mejor que un ser abúlico, aburrido, indolente y anodino como nuestro registrador de la propiedad para llevar a cabo en unos casos, o presentar los medios para que sean otros los que por él lo lleven a cabo; todas y cada una de las medidas destinadas a desintegrar del todo y para siempre no ya el escenario, sino con mucho incluso cualquier idea o recuerdo de lo que una vez conformó España, un estado del que hace no mucho podíamos incluso sentirnos orgullosos.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.