martes, 28 de enero de 2014

DEL SILENCIO COMO MUESTRA DE LA DUDA INQUIETANTE.

Acuden una vez más a mi memoria las latentes imágenes de la duda que en mí encierran cuestiones tales como las que vienen a enfrentarnos a magnitudes absolutas tales como el tiempo, y más concretamente sobre aquéllas que denotan los devengos que éste se trae sobre nosotros; cuando una vez de manera silenciosa y casi mística, el brotar del mismo, no como cristalina agua, sino más bien como bruma del amanecer; me sorprende dando pie no sé si al fin, o tan solo a un nuevo epílogo.

Y como son precisamente tales los aditamentos a partir de los cuales más favorablemente tiendo a ver evolucionar los espacios que me son propios, haciendo de tales la justicia premonitoria de los que habrán de desentrañar los pensamientos desde los que hilvanar las por qué no mías opiniones; que procedo desde los mismos a desempolvar rudimentos, trenzando desde los mismos retazos, destinados de manera paradójica no a conformar visos de pasado, sino más bien a compendiar un más que plausible futuro.

Es así que cediendo a la tentación pragmática, cómo no, que en este caso me deleito perdiéndome en otra de esas dudas, de ésas a las que otros prefieren dirigirse con el apelativo nada cariñoso de disquisiciones, que hoy  afectan en mayor o menor grado a la hora de hacer frente de manera seria y vinculante a aspectos tales como los que nos permiten diferenciar de manera convencional los aspectos que llevan a diferenciar la duda, de la incertidumbre.

Vienen a coincidir en la duda, cuestiones netamente vinculadas al carácter procedimental de ésta. Es así el arte de dudar, el precursor imprescindible de la mayoría, por no decir de todos, los grandes avances de la Humanidad.
Es por el contrario la incertidumbre, un concepto en el que vienen a converger factores que de manera inapelable tienden a poner de manifiesto un aspecto mucho más negligente, mucho menos tranquilizador, toda vez que sobre la misma convergen consideraciones cercanas al vacío, a la incapacidad para dar una respuesta rápida, a la par que contundente, vinculada a los espacios y a los tiempos a los que se encuentra inexorablemente ligada.

La cuestión, que al menos a priori puede parecer carente de contexto, cuando no abiertamente ajena al catálogo de componendas integrado por otros aspectos los cuales sin duda merecen hoy una consideración más chick, lo cierto es que bien puede hacer reconsiderar tal postura si nos detenemos unos instantes para echar un vistazo a las componendas generales desde las que hoy en día nos vemos obligados a conformar, cuando no a redefinir, la práctica totalidad de los procedimientos desde los que de manera en mayor o menor medida pero siempre de manera ilusoria recreamos nuestra vida.

Así, a medida que ampliamos nuestra escala de aproximación sobre las cosas a las que hacemos mención, y comprobamos no sin cierto sonrojo cómo en la improvisación la herramienta que con mayor certeza empleamos a la hora de hacer frente a los fenómenos que conforman nuestra realidad más o menos cercana, lo cierto es que igualmente podemos intuir los marcos desde los que nuestros dirigentes llevan a cabo la consolidación de las acciones destinadas a lograr la satisfacción, en mayor o menor medida, de los fenómenos que aplicando la misma escala esto es, aquéllos que en mayor o menor medida consolidan no solo nuestra visión de la realidad, sino la manera mediante la que hacemos frente a los mismos; logran de una manera u otra satisfacer nuestras necesidades más perentóreas.

Y es así pues cómo, de manera casi accidental, y en principio nada voluntaria; que venimos no sé si verdaderamente a poner solución a uno de los grandes asuntos, como sí al menos a aportar otra suma más de cuestiones al respecto las cuales vengan a incrementar casi de manera exponencial aquéllas en principio destinadas a conformar el más que amplio abanico de cuestiones que de origen conformaban ya su espectro de desarrollo.

La tramoya se viene abajo. El cúmulo de expectativas creadas en pos del sueño que nos vendieron aquéllos que hace más de dos años se sirvieron abiertamente de la mentira para ganarse la confianza de cuantos les izaron al poder, hicieron de la duda, en este caso razonable en mayor o menor medida, el único instrumento válido a la hora de esconder tras la misma el  sin duda más que escatológico recuerdo que inexorablemente, y pese a quien pese, viene a conformar no solo el pasado, sino que voy más allá al considerar que el acervo, de aquéllos que un día más se muestran coherentes, cuando no abiertamente displicente para cuantas no ya conclusiones, sino que basta con que sean meros corolarios, disponen la derecha cavernaria.

Desde estos principios, del todo inoperantes para con los expuestos al principio de nuestra disquisición, los cuales inexorablemente apuntaban no al pasado, sino que lo hacían abiertamente al futuro; hemos sin duda de abocar el escenario en el que la respuesta a nuestra pregunta original de hoy bien podría pasar por, a modo de ejemplo, consideraciones paralelas a aquéllas que componen la escenografía no tanto de un Gobierno que miente, como sí de un partido político que ha de menospreciar su propio Programa Electoral a la hora de hacer frente a la imprescindible cuestión a la que ha de hacer frente cualquier político que siendo leal a tal consideración, desee abiertamente ganar.

De esta manera, todas las cuestiones quedan definitivamente solventadas.
Duda es la que todo español tiene derecho a enfrentarse cuando ha de hacerse cargo del hecho que procede de conciliar que una vez más es la Derecha la que tiene responsabilidades de gobierno en España.
Incertidumbre es el alimento que nutre las pesadillas de esos mismos españoles cuando se enfrentan a la posibilidad de que efectivamente la Derecha se disponga a llevar a cabo lo que les es propio para conformar la España a la que se hallan vinculados por una mayoría absoluta.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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