sábado, 19 de noviembre de 2011

DE REBAÑOS, PASTORES Y PERROS DE PRESA.


Para pleno conocimiento y posterior cumplimiento del Común:

Mirad vosotros que yo, Nicolás Eymerich, Inquisidor Mayor de Aragón, de Rango Múltiple en tanto que así reconocido por su Excelencia el Sumo Pontífice de Roma; vengo de nuevo, a poner de manifiesto algunas de aquellas cosas que, si bien ya han sido comentadas y reseñadas en las incontables calendas que redundan de mi época; no es menos cierto que su incumplimiento, bien por incompetencia, cuando no por mera dejadez, hacen más que necesaria de nuevo la reflexión fría, de este que de nuevo os saluda y habla.

Como ha ocurrido con multitud de casos a lo largo de la Historia, ni el más importante de los asuntos es capaz de impedir convertirse en manido, una vez que la excesiva manipulación de la que es objeto a manos de la plebe, acaba por convertir su importancia en vulgaridad, y de ahí al ostracismo hay tan sólo un paso.

Desde que en 2008, el vulgo comenzó a ser verdaderamente consciente de la magnitud de la que se les venía encima, conceptos tales como Crisis, Situación Histórica, Prima de Valor etc. Adquirían no ya valor común, sino auténtica patente de corso. A base de usarse, los conceptos, como todo, se van desgastando. Pero si además los que hacen uso de ellos son los sencillos, los conceptos se mancillan irreversiblemente, de manera que la degeneración afecta para siempre a sus componentes, haciendo que sea virtualmente imposible devolverlos a su estado natural.

Una vez más, basta con echar un vistazo al pasado más o menos ignoto, para encontrarnos en la Historia ejemplos más o menos calcados de circunstancias que afectan a nuestra realidad, a nuestro aquí, a nuestra era.

Cuando a principios del Siglo XIV estalló una de las primeras Crisis Sociales de las que Europa tiene constatación factible, los a prioris que sojuzgaron eran en principio muy similares a los que se manifiestan ahora en la base del actual caos. A saber, la aparentemente necesaria reordenación de los poderes fácticos, así como una mejora substancial en la cuota de poder de la que cada uno de estos puede hacer gala.

En aquél momento, lo que provocó la crisis fue la sucesión de movimientos sociales que se estaban dando. Estos, no eran preocupantes sólo por la cantidad de personas a las que empezaban a afectar, sino que principalmente la base del cisma es encontraba en que la fuente de la que procedían la mayoría de las críticas que se hacían contra el sistema, no era la adecuada.

En aquellos tiempos, el esquema social respondía a una imagen según la cual la mayoría de la población, los sencillos, conformaban el rebaño del señor. Para dictar las normas que regían el correcto funcionamiento de éstos, teníamos a los pastores, a saber, monjes, sacerdotes y demás estructura curia que promovía la interpretación de las reglas destinadas a promover la “mayor Gloria de Dios”. Y finalmente, los perros, a saber, el brazo armado; nobles, caballeros y miembros de las milicias que, no lo olvidemos en última instancia estaban obligados a ponerse al servicio de la Inquisición, incluso cuando esto les llevara a enfrentarse a aquél que era su Señor.

Cuando a finales del siglo XIII las corrientes empiezan a cambiar, para ir conformando el ambiente imprescindible para la crisis del XIV, una de las primeras cosas que se ponen de manifiesto es la lucha intestina que existe entre pastores y perros. La relación de poder que se mantenía entre ellos, fundamentada en el respectivo interés mutuo, dado el beneficio respectivo que unos y otros se aportan, se rompe definitivamente cuando los perros creen saber lo suficiente para no necesitar a los pastores.

La causa fundamental del surgimiento de tal seguridad, la implantación en las incipientes ciudades de una nueva realidad, las Civitats Universitatis, a saber, centros de saber, germen de nuestras actuales universidades, que conformarán con el tiempo la base del conocimiento que soportará a los gobiernos laicos, hasta el punto de dotarles de base de legitimidad.

Cuando los dos grandes grupos de pastores, a saber Franciscanos y Dominicos, son conscientes de la magnitud del problema que se les viene encima, convocan en Italia un Concilio de Reunificación, esto es, una vez comprobado que por separado no pueden hacer frente al nuevo peligro, deciden unir sus fuerzas para con su enemigo. Pero ya para entonces es tarde, la conciencia de fuerza adquirida por el perro es tal, que el nuevo orden social sobre el que se escribirá la nueva historia de Europa ha cambiado para siempre. Ahora los perros habrán de servir a nuevos señores, laicos.

En la actualidad, y por muchos siglos que hayan transcurrido, las cosas son semejantes. En la base, apechugando con todo, los sencillos. Masa incapaz de entender su función, cuya máxima aspiración pasa por sobrevivir, para lo cual está dispuesta en última instancia a hacer lo que sea necesario. Sin importarle quién será el beneficiario de sus esfuerzos.

Al frente, un nuevo grupo de pastores. En este caso, lo que comenzó en las universidades del siglo XIII ha hecho promocionar una clase dirigente laica que, en lo único en lo que no se diferencia de sus antecesores religiosos es el absoluto desprecio que dispensa para con los sencillos.

Y de nuevo, los perros. Estos ahora visten de traje y corbata, llevan por espada una pluma, por escudo un portafolios, y han acabado con la belleza propia de poder morir en leal combate blandiendo tu espada. Ahora te matan en pasiva, desde un despacho, mandándote el desahucio a casa por medio de un agente que pertenece a un Sistema Judicial que ha recordado de repente a quién sirve.

Los perros son ahora banqueros. Como en aquél pasado, remueven los centros de poder, para ordenar a su antojo las estructuras. Crean la vana ilusión entre la chusma de que todo está bien, mientras hacen y deshacen a su antojo.

Hoy han removido Gobiernos, ¿Qué será lo siguiente?

Así que, hoy más que nunca, recordad, las hogueras vuelven a arder. Su Juicio se acerca, y es inminente.

Nicolás EYMERICH.

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