jueves, 19 de marzo de 2009

DE LA NECESIDAD DE LA ACONFESIONALIDAD REAL


Si fuera por Martínez Camino, ¿habría nacido Javier?

A menudo resulta llamativo comprobar como resulta mucho más productivo escuchar que contar, oir que decir. Si bien es cierto que cuando habla, uno sólo dice lo que sabe, cuando se escucha se corre el riesgo de aprender algo. Si bien este aforismo, por ser estéticamente apreciable, no resulta siempre verosímil; así en el caso de la Iglesia Católica se cumple sólo a medias ya que si bien basta con escucharles para aprender, concretamente lo que no hay que hacer, resulta igualmente cierto comprobar como ellos solos se encargan de desacreditarse al hacer realmente complicado el dotarles de cualquier género de verosimilitud en lo que concierne a sus juicios, y por encima de todo a sus argumentos. Creo poder afirmar que, una vez más, se les ve flojos en materia de argumentación, sin duda por la falta de práctica.


¿Es realmente posible un distanciamiento mayor de la realidad.? ¿De verdad se creen no todo sino algo de lo que “predican”.? O es que en realidad la pertenencia a la metafísica de sus considerandos ¿Les autoriza para expresarse de forma tan autoritaria hacia la realidad manteniendo a la vez tan alto nivel de asepsia hacia la misma.?. Porque lo cierto es que a veces parece que les viene bien vivir al margen no de la verdad, sino de la realidad. Entonces surge la cuestión: ¿Ese distanciamiento es accidental, o por el contrario forma parte de una estrategia perfectamente diseñada.? Evidentemente, yo creo que la Iglesia Católica ha demostrado en sobradas ocasiones que no deja nada a la improvisación, por lo que nos atrevemos a afirmar que ese distanciamiento respecto de la realidad, que no directamente de la verdad, les faculta realmente para mantenerse operativos en su condición de “dispensadores de tranquilidad espiritual”, porque a eso han quedado reducidos, por no decir a vulgarmente a meros sanadores de almas, que no de espíritus. Resulta evidente tan sólo con mirar, o en este caso con escuchar, para comprobar como la lucha de la Iglesia, lucha ejecutada a base de las armas que aporta el dogma, y en perpetua alianza con la ignorancia, resulta cada vez menos fructífera a medida que se enfrenta con la Ciencia, la cual hace gala de la duda procedimental como arma, caminando de la mano de una cada vez más fortalecida Sociedad del Conocimiento.


A título de conclusión, y como respuesta a la incógnita de si puede la Iglesia dispensar Moral, entrando en competencia con la axiología, o en cualquier caso disputando certezas a la Filosofía, resultan sobradamente respondidas en base a los bochornosos espectáculos a los que últimamente nos tiene acostumbrados la Iglesia, bien a través de las manifestaciones de sus líderes locales, como puede ser el caso de la lamentable campaña auspiciada por el Sr. Camino, o por las circunstancias promovidas en otro género de actos, como los manifestados por el propio Benedicto XVI.


En definitiva, no olvidéis aquello de “haced siempre lo que yo os digo, pero guardaros de hacer aquello que yo hago.”


Luís Jonás VEGAS

marzo de 2009

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