sábado, 1 de enero de 2011

DE LOS DESEOS PARA EL NUEVO AÑO.


D. Mario VARGAS LLOSA, acaba de pronunciar su discurso de aceptación del Premio Nóbel de Literatura. Mucha gente se pregunta cada día cual es la diferencia que convierte a alguien en merecedor de algo tan distintivo, y esta pregunta alcanza si cabe más sentido cuando la hacemos en relación el Premio Nóbel de Literatura. La respuesta la ha dado D: Mario de una manera inconsciente, o tal vez muy consciente, en su discurso.

Para ser digno del Premio Nóbel de Literatura, hay que ser digno de muchas más cosas en la vida. Concretamente, ha venido a decir, que la Lectura, y su respuesta casi natural que es la Escritura, no son sino el único procedimiento natural de que el Hombre dispone para salvar ese hecho ineludible, cual es el paso del Tiempo, y con él la lacra que le es asociable, el envejecimiento. A pesar de ello, y sin que pueda desprenderse de mis palabras la posibilidad de querer enmendarle la plana a todo un Premio Nobel, la respuesta a todas las preguntas que hasta el momento aquí se han hecho, a saber la relativa a los merecimientos que te hacen digno de semejante consideración; y con ella todas las demás respuestas que se nos pueden ocurrir o plantear; creo que sólo una cosa puede tener hoy parangón tanto con lo dicho como con lo sugerido por D. Mario. Todos tenemos la responsabilidad de vivir, y no solo eso, hemos de hacerlo de manera consecuente con los tiempos que nos han tocado en suerte.

Vivimos, qué duda cabe, un presente complejo. Nadie dijo jamás que esto hubiera de ser fácil, es más, la Historia nos demuestra que las grandes gestas, y con ello la superación del Hombre sólo es realmente posible apelando a esa parte de nuestra condición que sólo se pone de manifiesto en este tipo de casos y situaciones. Decía El Rey Ricardo que había visto a nobles llorar como niños ante el primer atisbo de batalla, a la vez que vio a plebeyos defender con la última gota de su sangre a su caballo moribundo. Solo ocasiones como esta, que afortunada o desgraciadamente nos han tocado vivir, servirán para mostrar la pasta de la que estamos hechos, tanto a nivel individual, apelando a nuestra ética, como a nivel social, apelando en ese caso a nuestra moral. Uno y solo uno será en ese caso el elemento que actúe de denominador común, la moral, como medidor de las consecuencias que tenga la posible victoria, una vez esta juzgue el precio de las armas que estemos dispuestos a enarbolar en pos de la consecución de esa victoria, porque evidentemente el truco de esta batalla pasa por entender que realmente no podemos arriesgarnos a perderlo todo en la consecución de la victoria, ya que aunque resulte paradójico, esa “victoria” conllevaría inexorablemente nuestra derrota definitiva.

Dice un aforismo que, a base de ser repetida, la duda se convierte en certeza, y la mentira acaba por ser elevada al rango de realidad. Ese y no otro es el procedimiento que ha seguido la tan traída y llevada Crisis, para alzarse con el poder absoluto, una vez que se ha hecho con el control de todos y cada uno de los resortes de nuestra Realidad. Hoy por hoy nada escapa al control de la crisis, nada es correcto, o puede optar a la condición de actual, si no está relacionada de una u otra manera con la forma de afrontarla.

Sin embargo, puede que ese sea el verdadero mecanismo que la crisis, y no lo olvidemos aquellos que la han provocado, estén utilizando para destruirnos, consiguiendo distraer nuestra atención de aquellas cosas que, en estos momentos del desarrollo evolutivo humano, nos han tocado vivir. Hoy es siete de diciembre, por ello es curioso que precisamente hoy se homenajee a la Cultura, a la par que el siete de diciembre de 1941, la barbarie humana se mostraba en toda su virulencia, con el ataque japonés a las tropas de los estados unidos acantonadas en Hawai, más concretamente en Pearl Harbour.

Aquello, no cabe ninguna duda, era otra Crisis. Los procedimientos que se adoptaron igualmente constituyeron lo que en su momento se consideró la mejor solución. Algunos de los resultados de aquella batería de soluciones aún hoy son evidentes, desde el ascenso de los Estados Unidos de América en el Ranking de países importantes; hasta otras mucho más importantes y duraderas como puede ser el ascenso definitivo del Capitalismo como Sistema de Regulación de nuestro Modelo Social.

Así, con la perspectiva que da el tiempo, y con la calma que igualmente nos proporciona ese tiempo, podemos llegar fácilmente a la conclusión de que nuestra crisis ha devenido a partir de la caída de esos principios que es su momento supusieron la solución a la anterior crisis. Como tal, creo que el hecho debería ser lo suficientemente significativo.

He empezado mi razonamiento citando a un genio, por ello creo que debo finalizarla aproximadamente en la misma línea. Así, D. Miguel de Unamuno dejó dicho que ningús Estado tiene derecho a anteponer nada a la Verdad, ni tan siquiera la Paz. Veamos en qué medida nosotros, nuestros dirigentes, o incluso la propia crisis puede superar un juicio llevado a cabo con semejantes principios.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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