viernes, 16 de abril de 2010

MARTES Y 13, DE LA SUPERSTICIÓN AL PRESENTE, PASANDO POR EL PÁNICO DE LA IGLESIA.


Nos enfrentamos hoy, un día más, a uno de los hechos más curiosos a los que el Ser Humano hace referencia cuando a menudo renuncia a priori a su condición de sujeto pensante por excelencia, para retroceder en el tiempo y en la evolución de su cerebro y dar así más importancia al Córtex cerebral, haciendo que afloren los instintos, retrocediendo con ello a las interpretaciones instintivas; retrocediendo con ello de nuevo a la mitología, para volver en este caso del Logos, al Mito.

En uno de estos giros maravillosos del Destino, quedaron unidos para siempre Ciencia, Mitología, Azar y en una palabra la mayoría de aspectos importantes que mantienen unidos al Ser Humano. La causa, como casi siempre, la búsqueda de respuestas; el hilo conductor Nicolás Copérnico.

La muerte de Nicolás Copérnico, acaecida en 1543, no iba, por más que así lo pretendieran en principio los miembros del Colegio Cardenalicio, a dejar tranquila a la Iglesia Católica.

Tal y como dejó sentenciado a sus editores, a partir de 1544, esto es, un año después de su muerte, sus editores publican:” De revolutionibus orbium coelestium” La obra genial en la que se concentran 25 años de intenso trabajo investigador, y en la que se pone a prueba la maravillosa teoría Heliocéntrica. Aquella en base a la cual el Sol y no la Tierra es el Centro del Sistema Solar.

Por más que el Papa Pablo III pusiera el grito en el cielo, máxime cuando la Iglesia tenía en ciernes su Concilio, que sería el Concilio de Trento, aquél en el que a la sazón la Iglesia Católica impone el Dogma como elemento imprescindible sin la aceptación del cual no es posible decirse miembro de su Iglesia, les pasa desapercibido una pequeña obra “El ARRS INDÖMITA”. (EL ASTRO INDOMABLE”, en el cual COPÉRNICO habla por primera vez de la existencia de Cuerpos Celestes Errantes, a modo de la concepción del Cielo Griego, los cuales podrían irrumpir en las trayectorias de los planetas.

No contento con eso, fija para el MARTES Y TRECE DE OCTUBRE DE 1582 LA FECHA EN LA QUE UNO DE ESOS CUERPOS CAERÁ EN LA TIERRA CAUSANDO LA DESAPARECIÓN DE TODA FORMA DE VIDA SOBRE LA FAZ DE LA TIERRA.

Del libro apenas se imprimen 100 ejemplares, los cuales lo son en papiro, a fin de que cualquiera que sea atrapado por la Inquisición en poder de un ejemplar, pueda hacerlo desaparecer con facilidad, incluso comiéndoselo si es perentóreo.

La Iglesia no mide bien las consecuencias de esa obra hasta que alguien en el seno del Vaticano pone en evidencia la cuestión. “Si el Astro errante es la voluntad de Dios, esta en contradicción consigo misma ya que entonces, si la obra directa de Dios va a matar a todos los hombres. ¿Qué sentido tiene entonces el Santo Temor de Dios inspirado en el “Juicio Final”, si al final todos pereceremos bajo la misma mano.?

Las consecuencias son así terribles. Si al final resultase que nada ni nadie puede salvar al Hombre, es cual estaría condenado según la voluntad de Dios a defenestrar bajo su dedo, la anarquía podría adueñarse de Europa y por ende del Mundo Conocido, a la vez que haría verdaderamente ingobernables para los intereses de la Iglesia los años que quedaban hasta ese fatídico martes 13 de octubre de 1582.

Para ese momento, la máquina de la Inquisición, brazo armado de la Iglesia, ya había desplegado por Europa su red, a la búsqueda del fatídico libro. A la muerte de Pablo III se habían recuperado 83 ejemplares. Pero al enterarse Pio V de la Historia tras su nombramiento, por 1566, todavía quedaban 3 ejemplares fuera del control de la Iglesia.

En mitad de estas tensiones, y con la propias de los sucesivos fracasos del Concilio de Trento, un joven Dominico Holandés, con formación doctrinal obtenida entre otras en la Universidad de Salamanca, solicita autorización para desarrollar una investigación en la Biblioteca Pontificia. Sus magníficas credenciales le franquean el paso de tan ingente lugar.

Otto Van-Stieger, que es el nombre del joven fraile, solicita audiencia con el Papa Gregorio, el cual ve la posibilidad de celebrar una charla docta con un erudito. Pero los planes no salen como él imagina.

Van Stiegger le informa de que él es el último poseedor vivo de un ejemplar del “Arrs Indómita.”. Así mismo pone a Gregorio al Corriente de que es netamente conocedor de las repercusiones que tendría para el poder terrenal de la Iglesia la caída en malas manos de aquella obra, por ejemplo en las de luteranos o cualquiera de los otros grupos reformistas.

Preguntado por la situación de aquel último ejemplar, responde que la mejor forma de esconder un árbol, es ocultándolo en un bosque. Así, el libro ha quedado escondido entre la multitud de documentos que pueblan la biblioteca Vaticana, lejos de ojos indiscretos, pero siempre a su disposición.

Nada más trasciende de aquella conversación. Tan sólo que el joven holandés es nombrado Primado de Florencia, una de las sedes más ricas de la Iglesia, donde pasará a llevar una vida de desenfreno. Esta terminará de forma violenta cuando acaba con sus huesos y los de la ramera que le acompañaba bajo las patas de los caballos de un destacamento de su propoa guardia.

Solucionado aquél contratiempo, sólo queda la pregunta de qué hacer con el dichoso martes trece de octubre de 1582. “Si pudiésemos hacerlo desaparecer” es el clamor del Carmalengo del Papa Gregorio. Pues dicho y hecho,para eso soy el Papa, y estoy en pleno Concilio.

Si observáis con atención, el paso del Calendario Juliano al Gregoriano, fruto también del Concilio de Trento, hace que se pase del “Jueves juliano, 4 de octubre, al viernes gregoriano, 16 de octubre, de 1582.”

Así, no sólo se libraron del molesto martes y trece, sino que le dieron al “ARRS INDÓMITA dos días de margen, por si acaso Dios tenía atrasado su reloj.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

ABRIL DE DOS MIL DIEZ.

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