De cara a satisfacer de entrada la voluntad de aquellos que
a día de hoy todavía dudan en relación a asumir el grado de afección de la
presente crisis, aquí va un dato esclarecedor. Cómo estarán las cosas, que ya
ni en el día de su fallecimiento, uno puede alardear de la plena satisfacción
de saber que unánimemente, el mundo clamará por la gloria de tus bondades y
manifiestos.
Cierto es que, hoy por hoy, las certezas unívocas son presa,
cada vez más, de los que se atreven a soñar. Mas ello no debería ser óbice para
dar por sentado que, llegado el día de tus exequias, todos pudieran encontrar
un hueco para pronunciar las consabidas palabras, llenas del conocido hábito
exculpatorio: “ ¡Pobre, con lo buena persona que era!
Aclarado tal aspecto, para nada accesorio, podemos ya
comenzar a desvelar las hechuras del finado/a.
Amiga, íntima, de Pinochet. Precursora de La Guerra de Las Malvinas (y a la sazón
ejecutora del golpe de gracia a la
dictadura argentina), Más que euroescéptica,
verdadero azote de la por entonces, Comunidad Económica Europea. Aliada de
los Estados Unidos (hasta el punto de no dudar en anteponer sus deseos a la
voluntad de la propia
Europa ). Etc. Etc etc.
Margaret THATCHER, La
Dama de Hierro, o como se quiera al elegir entre la larga lista de
apelativos y calificativos de la que fue acreedora; se encuentra sin lugar a
dudas entre las escogidas para formar parte del selecto Club de los Escogidos
de Europa. Fue sin duda, una de las más altas personalidades en lo atinente a
capacidad para la adopción de decisiones históricas. Sin que de la crítica
pueda zanjarse la menor duda, una de las más grandes estadistas que la Política
del último tercio del Siglo XX ha dado.
Mas no es menos cierto, que la fuerza absoluta con la que se
traducía en todas sus acciones, la hace igualmente merecedora de una larga
lista de condicionantes que a mi entender, la dejan en posición deficitaria
toda vez que haya de enfrentarse ahora al juicio
de la historia.
Constituye el ascenso en Política de aquélla a la que sus
propios compañeros llamaban en voz baja
“la hija de la hilandera”; uno de los más claros casos de los por otro lado
claros ejemplos que ha dado la Historia de personalidades que, procediendo de escalas sociales aparentemente menores, caen
en el inexorable trauma de necesitar negar sus ancestros, para pasar luego, en
los casos más graves, a conducir su vida por un periplo insalvable destinado a
conjurar sin tregua los fantasmas del pasado que le son propios.
Y es entonces cuando el monstruo
de la neurosis hace mella.
Y es entonces cuando se produce la traducción total.
Representa Margaret THATCHER la quinta esencia del eufemismo, según el cual pocas cosas son más
difíciles de comprender, que las que se identifican con las motivaciones que
llevan a un trabajador a votar Derecha.
Una vez descritos los antecedentes, podemos llegar a
comprender los condicionantes que llevan a La
Hija de la Hilandera, no solo a desertar de los procederes de Izquierdas,
sino directamente, desarrollando un protocolo que en términos éticos solo puede
conjugarse dentro de la dicción de ser
más papista que el Papa, lograr convencer primero a los líderes de la
escuela más snob en lo que concierne
a dirigentes políticos de Gran Bretaña; para escalar luego a lo más alto, Ser
nombrada Primera Ministra de Gran Bretaña.
Radical, reaccionaria, flemática y liberal a ultranza,
THATCHER resume en su famosa frase El
Estado es el problema, el paradigma del deseo de los que por aquel
entonces, deseaban poner palos en la
rueda al proyecto social de la todavía incipiente Europa.
Liberal a ultranza, defiende sin conmiseración los
principios destinados a violentar
definitivamente los últimos vestigios de la Política Económica
de KEISSNER, a saber los destinados a mantener la posibilidad de que sea la
demanda de servicios públicos, con el Estado como garante, la última medida
destinada a fomentar el consumo.
Convencida de que todo ha de ser subyugado a la Economía,
desarrolla no obstante políticas que traerán resultados aberrantes no solo en
el terreno de lo social, donde abiertamente llevará a Gran Bretaña al barranco
de los desfases; sino que también logrará grandes
retos en lo concerniente al aumento de las dosis de pobreza del país.
Por ello, y con todo, a la vista de lo planteado, habrá de
ser en el marco de la Política, donde
habrán de encontrarse los méritos de semejante mujer.
Ubicada por cronología en la época de los grandes retos
asumidos con posterioridad a la II Guerra
Mundial , THATCHER se engloba por méritos propios, dentro de
la escala de los conocidos posteriormente como Grandes Hombres de la
Política Europea. Para la Historia quedará el Grupo de los Últimos
Estadistas. Así, junto a Helmut KOLH, François MITERRAND y el propio Felipe
GONZÁLEZ, participará en todas y cada una de las grandes decisiones que
afectarán inexorablemente a Europa.
Pero lo hará partiendo de una trampa especial, a la que siempre han tenido acceso los estadistas
británicos, la que procede de dar por hecho que ellos gozan de una licencia especial cuyo uso se traduce en
la certeza de que todo lo que hagan parte del privilegio de saber que lo hacen para mayor gloria de Gran Bretaña.
Y es desde tal perspectiva desde la que me atrevo a decir
que, una vez juntas todas las piezas, Margaret THATCHER y su inexorable manera
utilitarista de concebir la Política, constituyen el germen del que parten
mucha de las circunstancias económicas y políticas que han desencadenado la
actual situación por otro lado compartida.
¡De aquellos polvos, estos lodos! Es por ello que, sin caer
en la cruel tentación que supone la pérdida de la llamada perspectiva histórica, hemos de decir que la sombra de THATCHER,
como la del ciprés, se extenderá por encima de nosotros, todavía durante mucho
tiempo.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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