Resulta
de nuevo paradójico, cuando no directamente antinatural, que nos encontremos
hoy hilando estos cestos, una vez que ya dijimos lo poquito de lejos que íbamos
a ir con esas mimbres, sin embargo, una vez que hemos de asumir el hecho de que
hoy en día, y máxime ante ciertos temas, el no posicionamiento indica
aceptación; o como dicen muchos todavía por ahí, si votas en blanco en unas elecciones,
le estás dando tu voto al ganador, es por lo que necesariamente he de
exponerte, en un susurro, lo que opino de todo esto.
Tomando
como siempre el acertado hilo conductor que la Historia nos proporciona, la
mujer ha supuesto, siempre en lo paradigmática que su relación ha supuesto para
con el hombre, causa y motivo en sí misma. La mujer es, por definición,
compañera, madre, cómplice fiel y receptiva de los sinsabores del mundo, en
definitiva manifestación real de los mejores sueños que sólo un Dios podría
concebir.
Así,
ya desde la Grecia
Clásica , momento en el que a través de “Iliadas” y “Odiseas”,
el Hombre como tal da el paso fundamental que le permite trascender del Mito al
Logos; la mujer, bien como elemento motivador, véase la acción de Helena como
último catalizador de la Guerra de Troya; o como las Eneidas que despistaban a
Ulises haciendo embarrancar sus naves en los acantilados, desviándolos en
cualquier caso del correcto cumplimiento de su misión; la mujer, así como las
diversas formas que ésta adopta desde la Mitología hasta la Historia, no hacen
sino manejar de una manera u otra, a veces de manera inconsciente, y otras con
absoluto conocimiento, las formas y los designios del Mundo.
Y
es que la metáfora es perfecta, y a ningún observador escrupuloso se le puede
escapar, el hecho de que deba de ser Helena y su belleza, siendo aquí este
atributo utilizado por Homero como elemento simplificador de las relaciones de
poder que se establecen entre hombres y mujeres, el detonante de la fricción
definitiva que desencadena la Guerra. Una Guerra que, conviene no olvidar, es
la metáfora que utiliza el autor para justificar el cataclismo social que da
pie al nacimiento de la primera sociedad real con todos los atributos de tal
surge en la Historia.
En
definitiva, una mujer jugando el papel semidivino de Diosa-Creadora.
En
la misma dirección, y con parecidos resultados de paradójicos y resolutivos, se
muestra la relación de Ulises el cual, parte hacia su misión abocado por una
mujer, de nuevo la mujer como detonante de la acción motriz y resolutiva del
hombre, y verá como esta misión está a punto de fracasar por la acción
rutilante de otras mujeres las cuales, con un formato infernal (no lo olvidemos
la otra forma de divinidad), enfrentan la virtud (Dios), a sus rivales, los
vicios (demonio)
Se
consolida así con ello la primera imagen real de la dialéctica por excelencia
que mueve al mundo, la mujer creadora en su dilema de la relación social para
con el mundo.
Resultado
final de esta dialéctica, la fuerza definitiva que impulsa al Mundo.
Así,
dioses y demonios, mujeres y hombres, jugamos nuestro papel en el mundo. Cada
momento tiene su lugar, y por ende, su lucha. El momento actual, la vivencia
por parte del hombre de la falsa convicción de su preponderancia en su relación
para con la mujer.
Pero
de eso hablaremos luego.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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