La Moral no es el reflejo de unos valores existentes fuera del Sujeto.
Esa Moral no está en Dios, ni en la causa primera o substancia universal. La
Moral es un acto que surge de la Conciencia Individual
del ser Humano.
En cualquier caso, eso de dios, da que pensar.
El 22 de abril de 1724 nacía Emanuel KANT, y sin el menor
género de duda posible, nacía el mayor genio
crítico de la Historia del Pensamiento Moderno.
Constituye la obra del finalmente rebautizado como Inmanuel
KANT, la Piedra de Toque a partir de
la que vertebrar la explicación ordenada de la larga serie de acontecimientos
que, a partir, o en torno a su figura, promoverán el desarrollo y consecución
final de compromiso de lo que nos hemos dado en llamar Ilustración, toda vez que semejante periodo constituye en realidad,
más que una concatenación de hechos históricos; la superación de éstos toda vez
que el sentido a los mismos puede encontrarse en ellos mismos, acudiendo en
cualquier caso no a su revisión individualizada, sino más bien desde la
perspectiva sincrética que de su
aglutinación obtenemos.
Es así que nos encontramos ya en las mejores condiciones
para establecer la primera de las múltiples relaciones que pueden establecerse.
Si KANT es, a título de proceder, el más importante de los filósofos críticos
del momento, y además asumimos su papel de precursor por antonomasia de la
Ilustración. ¿Podemos pues afirmar que la
Ilustración surge como resultado de una labor crítica?
La pregunta no es para nada menor, pues plantea la cuestión
para nada nimia de tratar de conceptualizar si la Ilustración surge por
evolución de un concepto, ya sea éste original o derivado; o si por el
contrario encuentra su origen a partir de la discusión derivada de la oposición a uno o varios de los elementos
que conforman una estructura de pensamiento que naturalmente le precede en el orden histórico.
En pos de lograr el establecimiento de las relaciones
lógicas, resulta imprescindible introducir, llegado este momento, que otro de
los conceptos primarios a los que inexorablemente hay que hacer alusión cuando
hablamos de Ilustración desde una perspectiva rigurosa, es el de Humanismo.
Es el Humanismo el resultado científico cuando no
categórico, desde el que se concitan todas y cada una de las relaciones de
oposición que se dan cuando el Hombre, en su más franca acepción, y siempre en
el ejercicio cifrado en este caso en su necesidad de recuperar el tiempo y el espacio perdido, se enfrenta por primera
vez de forma franca y directa, con la que por aquél entonces es la fuerza por naturaleza. Estamos hablando
de la Religión.
Si en condiciones normales la discusión Filosofía
Vs Religión puede
ser forzada, en el caso de la oposición manifiesta a partir de los elementos
que les son propios, a saber Edad Media Vs Ilustración; hacen esta lucha no
solo franca, sino imprescindible.
Es así que, lo que en este caso se enfrentan
definitivamente, no es tanto la Religión con la Filosofía, como sí en realidad
el hecho de si el Hombre está o no
autorizado a buscar por sí mismo respuestas más allá de los límites que Dios
mismo se supone le impone.
Llegados a este punto, parece imposible negar la condición
evolutiva que de la propia lucha de contrarios puede llegarse a obtener.
Y es precisamente de semejante lucha de contrarios, de la que KANT obtendrá una de las más productivas fuentes de energía de las que alimentar su
trabajo.
Porque con KANT, podemos declarar oficialmente inaugurada la época de los pensadores ordenados “en tanto
que tal”.
Es el momento sin duda, proclive a ello. La definitiva crisis del pensamiento Europeo, que ha
permitido a las viejas corrientes medievales sobrevivir dando tumbos desplazándose por los viejos bastiones de
la creencia cristiana europea; se ha
venido definitivamente abajo, a modo de las murallas
de Jericó, arrastrando a la Europa Política y Social a la primera de una
sucesión de muchas crisis que amenazan no tanto con enfrentar al continente con
sus miserias, sino que más bien puede conducirlo a su fin, al enfrentarlo con el vacío moral.
La superación de la Edad Media , aparte de un proceso largo y
absolutamente tedioso, presenta el inefable riesgo de enfrentar a dejar a los
hombre solos, en el más absoluto de los sentidos, frente al más terrible de los
miedos, el que se ve precedido por la sensación de soledad formulada en la
falta absoluta de referentes.
Será precisamente la modificación de estos referentes, en
los que el absolutismo de los valores procedentes de la interpretación del
dogma, se ve superado por el ejercicio crítico de la Ciencia; lo que lleve
definitivamente a definir de manera clara aquello que compondrá los protocolos
de referencia dentro de los cuales habrá de desarrollarse el ejercicio
dialéctico propiamente dicho.
El resultado de tamaña concentración, tiene dos vertientes.
Una es efectivamente resultante, y se cifra en las conclusiones que se relatan
en la concepción del modelo Copernicano-Kantiano.
Otras, las más importantes tal vez, son de procedimiento, y
se resumen en la transcendencia que se esconde tras el lema Sapere Audet (atrévete a saber). La responsabilidad como límite fenomenológico
de la Ética de Kant.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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