Se atribuye a W. CHURCHILL la afirmación en base a la cual: la Democracia está lo suficientemente
asentada en un Pueblo cuando al escuchar que llaman a la puerta a las ocho de
la mañana, no necesitas abrir para saber que se trata del lechero.
Inmersos en un aquí y un ahora deprimente, constituye lo que
bien podríamos denominar la nueva Cuestión
Política uno de esos feudos en los
que, al contrario de lo que pasa con la mayoría de las cuestiones trascendentales, el paso del tiempo no ha hecho sino
contribuir de manera definitiva al asentamiento de las tesis en base a las
cuales cualquier tiempo pasado fue mejor.
Siguiendo cuando no reforzando esta premisa, y revitalizando
todos los miedos y sinsabores que a la misma se unen bien podríamos decir que
de manera inexorable, no solo la confusión generada por el triunfo de la
premisa en base a la cual el mero pasar del tiempo puede asociarse con lo que
genéricamente entendemos por progreso, sino más bien el imperdonable
relajamiento que del mismo puede devengarse en las estructuras sociales,
especialmente en las vinculadas al mantenimiento y las mejoras de las que bien
podríamos denominar estructuras
imperiosamente vinculadas al sostenimiento de la realidad; se muestran no
solo debilitadas, sino que las carencias de las que adolecen, ya sea de manera
factual (poniendo de manifiesto los resultados de tales carencias); o potencial
(relatando de manera imperturbable los procederes cuyo desarrollo conducirán de
manera igualmente inexorable a un franco declive al que habrá de hacerse frente
dentro de un periodo de tiempo más o menos razonable), se acumulan como pruebas
irrefutables de la constatación manifiesta de las tesis largamente defendidas
en base a las cuales no podemos seguir así.
Retornando a nuestro aquí y a nuestro ahora, parecido si no
el mismo proceso que sirve para explicar por qué en España nunca ha triunfado
el sistema de reparto de leche puerta a
puerta, bien puede ser el que empleemos a la hora de explicar de manera
definitiva por qué en España, en realidad, la Democracia no solo no ha
terminado nunca de estar lo
suficientemente asentada sino que más bien, tal y como los hechos parecen
empeñados en demostrar que en realidad, ésta se halla permanentemente
cuestionada.
Así, al igual que en España nunca hemos terminado de creernos eso de que un señor pasea por las calles de
Londres surtiendo de leche a sus conciudadanos; no podemos llegar a
creernos que, precisamente en el mismo lugar, pueda existir un lugar que, como
símbolo de lo que ellos han dado en llamar Democracia
Parlamentaria, justifique o tenga indiscutible cabida una forma de hacer Política en la que no solo las
formas, sino el fondo como traducción indiscutible de éstas, arrojen unos
resultados inconcebibles, cuando no francamente imposibles de aceptar, a la
hora de evaluar por métodos comparativos la eficacia de lo que llamaríamos su forma de hacer Política, frente a nuestra
forma de hacer Política.
Pero puestos a elucubrar, yo no he visto en ninguna parte
suerte alguna de ley, norma o siquiera enunciado, que determine como
impracticable, siquiera a medio o largo plazo, el establecimiento de una
industria vinculada a la comercialización de leche puerta a puerta que, si bien asuma pérdidas digamos a corto plazo toda vez que muchas son las barreras que ha
de salvar, algunas francamente complicadas; no esté dispuesta a establecer una
estructura solvente con visos a desarrollarse y disfrutar las mieles del éxito a largo plazo.
Y si en el proceder privado cabe tal esperanza. ¿De verdad hemos de renunciar a las satisfacciones
futuras vinculadas al éxito de la Democracia, simplemente porque la misma se
halla condicionada por su inherente constitución
pública?
Así, al igual que en nuestro ejemplo de la industria lechera
sus promotores habrán de asumir pérdidas incipientes en forma de rotura o
desaparición de los cascos, con el
tiempo, la concienciación basada en la paulatina demostración de que el
servicio constituye una mejora para la calidad de vida de los usuarios, se
traducirá en la implementación de una serie de procederes cuya traducción será
la supervivencia del servicio ligada a
sus propios medios.
De parecida manera, el correcto asentamiento de la
Democracia, o si se prefiere, el triunfo de lo público como concepto, no solo
no ha de correr peor suerte, sino que más bien, y al contrario, parece llamado
a erigirse en apuesta ganadora sobre todo si tenemos en cuenta que el Sistema tiene a su favor la baza de
la Educación.
De esta manera, aunque los que integramos la presente
generación no creo que podamos aceptar lo
de la leche en la puerta, sí que alimentamos desde lo más profundo de
nuestras conciencias la esperanza de que las generaciones futuras crezcan
libres de los peligros que sujetos como Rita BARBERÁ, Luis de GUINDOS, o el
Ex-Ministro SORIA, constituyen.
Peligros que lo son no tanto por el daño objetivo que pueden llegar a hacer, y
que se traduce en lo que llamaríamos proceder
cuantitativo, como sí más bien por la traslación de la sensación subjetiva cuya verdadera rememoración pertenece al cuadro subjetivo, ese cuya valoración es
definitivamente personal, y que resume los daños en lo más peligroso a lo que
un Sistema Democrático se puede enfrentar y que se resumen en el paulatino
crecer de la certeza de que los sacrificios que inherentemente van ligados al
proceder democrático son en realidad inútiles, bien por afectar siempre a los
mismos, las clases bajas, o lo que es peor, por obedecer en el fondo a una
estrategia destinada a mantener a esas mimas clases bajas sublimadas por el
efecto anestésico producido por éxito de la enésima falacia.
A título de conclusión, las teorías deL Capital Humano demuestran las dificultades para formar buenos estadistas. La realidad actual se
empeña en poner de manifiesto las dificultades que hoy por hoy tenemos en
España para encontrar buenos estadistas. ¿Habremos de poner nuestras esperanzas
en la presencia de botellas de leche en la puerta de nuestras casas?
Luis Jonás VEGAS VELASCO.