Es España, sin duda, un país generoso. No ya la frase,
probablemente ni la opinión, son en el fondo mías. No ya responden, son
extracción directa, de una entrevista que en su momento Dª. Pilar DE BORBÓN
concedió a Antena 3 Televisión.
Corrían sin duda otros
tiempos. Tiempos en los que no ya D. Juan Carlos, sino más bien la Corona,
se sentían intocables. Eran aquellos tiempos en los que todos creíamos volar, aunque luego la realidad se encargara de
demostrar que solo unos pocos volaban más
alto y más lejos que otros. Tiempos en los que en mayor medida, muchos eran
los que se conducían como auténticos pájaros.
Pero nuestro aquí y nuestro ahora, más que haber cambiado,
no hace sino poner de manifiesto lo mucho que nos perturba el no haber sido
partícipes a título personal de las esencias que tras ese cambio se oculta.
Así, el deseo de ser palomas ha
evolucionado hacia la voluntad de ser halcones. Y al final nos despertamos con
la resaca que depara el saber que no somos, a lo sumo, más que meros y soeces buitres.
Amanezco pues con nada más que con el baño de realidad que
la actualidad me depara, y es que me encuentro arrinconado con el recurrente
deseo que acudir al nihilismo me produce
cuando veo a la Infanta mayor (sí, el todavía hoy Rey honorífico también tiene
hermanas, y por cierto, tenía hermano), decir que efectivamente, España es un país generoso. Así cuando le pides, da.
Se trataba sin duda, de otros tiempos. Los tiempos en los
que si bien España como institución aún recordaba las pesadillas con las que su
Historia le atormentaba por las noches; los españoles parecían haber firmado un
pacto no ya de silencio, más exacto sería decir de ficción pues las bases en las que el mismo se sustentaban
parecían arte y objeto del guionista de Juego
de Tronos.
Y como parte especialmente vinculante de tamaña ficción, la
relación que cada español mantenía no ya con su institución, cabría mejor decir
con su Rey, resultaba especialmente vinculante.
Hablo de aquellos tiempos que se resumían en el conocido lema: “España puede que no sea monárquica, pero es sin duda Juancarlista”.
Es por ello que una vez caído hoy por hoy el telón, el velo que algunos dirían, que han
quedado desvelados muchos, por no
decir todos, de los espectáculos que
durante años han acompañado a nuestra Historia. Espectáculos de los que en su
mayor parte no es que sean responsables sus auténticos
protagonistas en tanto que agentes
activos; como sí más bien lo hemos sido quienes lo hemos permitido, o en
mayor o menor medida consentido, toda vez que con el silencio cómplice lo hemos
justificado.
Porque si en algo tenía razón el otro día la Infanta era,
precisamente, en lo generosos que los españoles hemos sido con Los Borbones.
Generosos en este caso, no tanto en relación a lo que les
hemos dado, como sí más bien diría yo en lo que hemos preferido guardarnos.
Porque curiosamente si de algo podemos estar orgullosos los españoles en lo que
concierne a nuestra relación para con la Institución Monárquica ,
ése algo no estriba precisamente en lo que les hemos dado, pues todo aquello
que pensaba les pertenecía, se apropiaban ellos de motu propio. Habrá pues que buscar el motivo de nuestro orgullo
precisamente en lo que nos hemos contenido, en lo que hemos preferido
guardarnos.
Por ello, Dª Pilar, fíjese si somos generosos en España que,
como ya hicimos con la familia del Dictador, no solo no consideramos necesaria
su expulsión, sino que más bien, quién sabe si como castigo, obligamos a todos
sus integrantes a imbuirse en el seno de la chusma,
obligándoles a confundirse con la
esencia de todos aquellos a los que durante decenios despreciaron;
participando, aunque solo fuera de oídas y por un instante, de las emociones
vitales que conforman el devenir de los que estaban llamados a ser, como mucho,
Siervos de la Gleba.
Por ello hoy, Dª Pilar, asistimos a un espectáculo tan
bochornoso, que ni tan siquiera de su debatirse puede extraerse ni promesa de
satisfacción. Así, la abdicación no es que removiera conciencias, más bien puso
de manifiesto que de tales no andábamos lo que se dice muy sobrados. Así, D.
Juan Carlos y sus acciones, y quién sabe si sus dejaciones, mataron al Juancarlismo.
Por ello, Dª Pilar, que usted espere poder ocultar las
miserias que personifica, y que precisamente por su cargo a usted sola no
pertenecen, no hace sino poner de manifiesto lo generoso que efectivamente es
este país. Un país que ha pasado de no dejar al heredero casarse con la hija de
una divorciada, a presenciar hoy mismo como una Reina, divorciada ella, se pone
en ridículo al montar una escenita a
un vasallo que no solo no le estaba sacando una foto, sino que ni siquiera le
estaba prestando la ¿debida atención?
Por ello fíjense si somos generosos, que les dejamos seguir,
haciendo buenos a sus antepasados, a la vista de la calidad de los actos de los
actuales.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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