Asumimos entonces que hemos perdido todos.
Aceptémoslo, en esta sociedad neoliberal, en la que todo es postureno
cuando no chovinismo; nada puede sonar más tétrico, o si se
prefiere más lamentable, de lo que ha hecho el discurso de ¿investidura?
Pronunciado hoy por el Sr. Sánchez.
Así como sonaba el florero de mamá al romperse, en los
tiempos en los que todavía creías podías esconderte detrás de las vanas
excusas. Así como sonó el primer retrovisor de coche que sucumbió ante aquel
terrible balonazo destinado a convertirte quién sabe si en máximo realizador de
la liga de primera división; así ha sonado el discurso del Sr. Sánchez.
Sin embargo, lo cierto es que pecaría de injusto en el caso
de seguir empecinado en comparar aquel tremendo zurdazo, con la farsa de tiro
con marcado efecto a la derecha en
la que unos y otros se han empeñado en convertir el espectáculo al que hemos
asistido en la tarde de hoy.
Alguien dijo que aceptar una injusticia era como hacerles trampas
al destino. Asumiendo que el destino puede ser el resultado de responder de
manera ordenada a la suerte de preguntas que la realidad te impone; bien
podríamos decir que lo de hoy no ha sido sino la conculcación no ya de una
serie de normas y valores (lo cual podría resultar hasta excitante en la medida
en que podría suponer el principio de una suerte de revolución), sino la
consagración definitiva de algo que algunos llevan tiempo anunciando. Algo en
cualquier caso mucho menos Romántico, mucho
menos Noble.
Escuchar hoy el monólogo al que la ordenación de procederes
ha tenido a bien reducir el Debate de
Investidura da lugar, o al menos debería hacerlo, a muchas conclusiones.
Una de ellas, no sé si la primera, pero tal vez sí la más importante, ha de pasar
necesariamente por la constatación de que ya definitivamente, tal y como
nuestros representantes nos demuestran, parece normalmente aceptado el hecho de que definitivamente hemos cambiado el modelo desde el que damos
validez cuando no importancia, a las cosas.
Semejante cambio, implementado obviamente a partir de la
aceptación de que el anterior modelo ha sido superado, cuando no ha fracasado
directamente; se muestra ante nosotros de manera clara y distinta precisamente a partir de la toma en consideración
de algunas de las cosas dichas, cuando no mencionadas por el Sr. Sánchez.
Así, haciendo buenas las afirmaciones que aquí llevamos
tiempo vertiendo, la certeza de que la
Ideología es un fenómeno que en Política es exigible tan solo a los
militantes, para los cuales se erige en refugio; en tanto que para los
representantes y líderes la exigencia de tal Ideología, lo que
convencionalmente se resume en coherencia, acaba dando lugar a un obstáculo tan
grande que acaba por convertirse en insuperable; es algo que hoy ha quedado
netamente patente.
Porque entre metáforas culinarias, guiños al destino (el
cual hoy ha tenido a bien personarse bajo la forma de alguna sonrisa
sardónica); y ostensible citas con el futuro reducido éste a una semana; lo que el Sr. Sánchez ha
deslizado no es sino una bomba de relojería. Una bomba de relojería cuyo
detonador pasa por aceptar que, efectivamente, la sostenibilidad de la
Ideología no es sino el principio del fin.
Desde la luz que proporciona esta nueva perspectiva, afirmaciones
como las emitidas por el Sr. Sánchez en base a las cuales ·”resulta
comprensible hoy en día que la Economía determine la Política…” adquieren visos
no ya de ser comprensibles, sino que yendo si cabe un poco más allá, nos
permiten incluso hacernos una idea de quién es verdaderamente el Sr. Sánchez. O
por ser más justos tal vez sería más adecuado decir que afirmaciones como éstas
nos permiten saber con mayor certeza en
qué lugar de la Política moderna se encuentra hoy el Sr. Sánchez.
Que nadie se confunda, decir esto no significa, ni
remotamente, que el discurso pronunciado hoy por el Sr. Sánchez haya de servir
ni para describir política alguna, ni mucho menos para orientar ningún cambio
en la misma que pueda optar en convertirse en algo digamos remotamente digno de ser tenido en consideración.
Más bien al contrario, el discurso que hoy ha pronunciado el
Sr. Sánchez ha sonado más bien a epitafio. Un epitafio que habrá de identificar
la tumba no ya de una Política, cuando sí más bien de un Sistema. Porque solo
desde la comprensión de la frustración que embargaba hoy al Sr. Sánchez,
podríamos llegar a intuir siquiera
vagamente la dramática certeza de la que el se cree único conocedor. Una
certeza que pasa por asumir que tanto lo cánones como por supuesto los esquemas
que hasta el momento se habían mostrado eficaces para interpretar la realidad, se revelan ahora como absolutamente
inútiles.
Llegados a este momento, en el que las pinturas que decoran
los pasillos otrora tan transitados hoy ya no nos son reconocibles. En un
momento en el que incluso los espejos parecen haber iniciado un cruel sueño,
toda vez que no nos reconocemos en la imagen que nos devuelven; es cuando de manera tan instantánea como
dramática, topamos con la cruel realidad. Una realidad que pasa por asumir, ya
no vale con constatar, que los tiempos del cambiemos
unas pocas cosas para que al final no cambie nada; ya no es que no sirva,
es que caer en ello como recurso conlleva tu inmediata expulsión de la partida.
Os tratáis pues, Sr, de un jugador viejo. Tal vez vuestra
edad apunte lo contrario, mas vuestras formas os delatan. Y las formas son en
Política, como ha quedado ahora de manifiesto, algo más que un ingrediente.
Por ello, tal vez por ello, que ni una sola vez os he
llamado Candidato a la Presidencia. A lo sumo, Sr.
Sánchez.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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