Poco a poco y a medida que el tiempo, garante justiciero,
hace su trabajo, solo una cosa queda clara. De manera cada vez más evidente, el
imparable volumen de intoxicación del que estamos siendo victimas, no sirve
sino para poner de manifiesto lo tercermundista, chabacano y por qué no
decirlo, barriobajero del estado de las
cosas, tal y como éstas se muestran para cualquiera que goce todavía
hoy no ya de la fortuna de una visión objetiva, sino que más bien basta
con que goce de la capacidad de ver.
Resulta así que sin ni tan siquiera mirar, basta como digo
con poder ver; podemos toparnos con
la certeza de la sinrazón que supone el tener que comprender (ni me imagino los
esfuerzos que habrá que realizar para poder explicarlo,) cuestiones tales como
las que acompañan al hecho de que a día de hoy no se haya procedido al cese,
puesto que la dimisión resulta ya un trámite demasiado honroso, tanto de la Sra. Ministra de
Sanidad, como por supuesto del Sr. Consejero de Sanidad de la Comunidad de
Madrid.
Semejante petición, que hasta hace unos instantes podía
constituir un ruego, se convierte desde este mismo momento en una necesidad
toda vez que de la interpretación atenta que
a menudo hacemos de los que denominamos pilares
básicos sobre los que no lo olvidemos ser apoya nuestro modelo cuando no
nuestro sistema, podemos extraer principios muy esenciales entre los que
destaca por ejemplo aquél según el cual tanto ello como por supuesto sus
funciones, desarrolladas siempre bajo la tutela del marco representativo en el que permanece envuelta toda su labor,
hace que perfectamente podamos inferir de las mismas tanto las
responsabilidades suficientes, como por supuesto en el caso que nos ocupa las
responsabilidades directamente vinculadas; derivándose con ello sin necesidad
de hacer uso de una excesiva extrapolación, la más que evidente conclusión en
base a la cual la firme petición de
dimisión no es una cuestión sujeta al arbitrio, sino que más bien hoy por hoy
resulta una necesidad sujeta al ejercicio responsable en pos de mantener la
salud democrática.
Semejante conclusión, a cuya participación, o en su defecto
a su retracción, se llega de forma aparentemente evidente, parece no obstante
no formar parte de las prioridades del Gobierno, pareciendo por ello lógico el
que no alberguemos demasiadas esperanza a semejante respecto en los próximos
días.
Sin embargo, no habiendo perdido un ápice de confianza ni en
lo concerniente a la validez del argumento, ni por supuesto en lo adecuado de
la línea de razonamiento empleada la cual nos empuja de manera irremediable a
tales conclusiones; lejos de incurrir en contradicción, aumento el grado de las
conclusiones afirmando como hecho
necesario el que el propio Gobierno ya ha llegado por sí mismo no solo a
estas conclusiones, como sí incluso a otras de mayor calado y gravedad al albor
de las sin duda más intensa información
que por sus canales y conductos oficiales fluye.
¿Resultaría pues extravagante, cuando no confabulador, hipotecar el futuro
político de estas dos personas a una suerte de cortafuegos destinado a proteger la integridad de todo el Equipo
Presidencial a la vista del grado de incompetencia que parece constatarse como
el denominador común a la hora de
valorar el alto grado de ineficacia desde el que se ha manejado toda la actual
crisis?
¿Poner al frente del recién creado Gabinete de Crisis a la Sra. Vicepresidenta
del Gobierno es, además de todo un jaque
mate a Ana Pastor, asumir que estamos ante la última línea de defensa, por supuesto en lo que a decisiones políticas
se refiere?
Si bien es cierto que tanto ésta como otras y similares
preguntas sin duda habrán de esperar días, cuando no meses para ser no ya
respondidas, sino simplemente formuladas; solo una cosa parece ser cierta. La
irreparable realidad en la que vivimos, ofrece pruebas cada vez más
incontestables destinadas a inferir lo absurdo
e irreal del mundo en el que vivimos. Un mundo soñado más que vivido, en el
que la práctica totalidad de sus componentes, incluyendo por ende los más
profundos y valiosos, dejan ahora al descubierto su verdadera naturaleza. Una
naturaleza hecha de cartón-piedra, alimentada
desde la arenga cuando no desde la farfulla y la mentira, que lleva en su
interior y como respuesta natural el silencio expreso que hace cuando
debilitado por la humedad, se viene abajo arrastrando como a títeres en un corral de comedias carente de gracia a
todos y cada uno de sus integrantes, sin hacer excepciones, sin conceder
clemencia.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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