El
presente lo redacté hace casi tres años. Y visto el ambiente general en el que nos
movemos, creo que, lejos de aprender, no hacemos sino redundar en el error.
Primero nos convencieron de que todo iba de maravilla, de
que todo era genial, de que España ya no era España, o al menos no aquella
España de guitarra y pandereta a la que nos habíamos acostumbrado, en la que
encontrar un kilómetro de autopista era poco menos que un milagro, y que tuvo
que esperar a eso, a un milagro que se inició con nuestro ingreso en la CEE en
1986, para materializarse luego en aquel bendito 1992, en el que la mayor parte
de los adultos perdió definitivamente el lastre de la caspa moral, a la vez que
los jóvenes aprendíamos a soñar.
Desgraciadamente tuvo que ser también por aquella época el
momento en el que otros, los más avispados,
captaron la manera de enriquecerse y es que, no fue hasta ese momento cuando en
España alguien podía aspirar a ganar dinero, con su trabajo. Por ello, resulta
cuando menos preocupante, que los aparentes estados de amnesia que hasta el
momento parecían sufrir tan sólo nuestros políticos, hayan acabado por afectar
también, si no en mayor medida incluso, al común de los mortales que al menos
hasta ayer cubríamos la faz de este mundo, y de esta España; consolidando con
ello la certeza de que, efectivamente, a día de hoy tenemos un verdadero
problema.
Y es que, algunos pensábamos que esa capacidad de
abstracción que nos permitía comprender sin ningún género de dudas que,
efectivamente, tal y como todos sabíamos, la mayoría de nuestros representantes
no vivían en el mundo real; baste para ello analizar algunas de las
declaraciones que se han vertido durante la reciente campaña electoral; han
acabado lamentablemente por “infectar” de manera tan eficaz como lamentable a
algunos de nuestros comunes, tanto como mortales.
Los Gobiernos de izquierda tienen como misión repartir
(siguiendo criterios sociales) la riqueza que generan los de derechas. Así reza
una máxima formulada por un famoso politólogo francés del pasado siglo. Dentro
de la incuestionable certeza de la misma, y sin entrar en demasiadas
profundidades en discusión de las formas y de los fondos, sino más bien por
aquello de contextualizarla dentro de nuestra línea argumental: ¿Cómo demonios
se puede entender que de una Europa eminentemente obrera, y dentro de la que
sin duda es la mayor crisis económica de la que el Sistema (no lo olvidemos
Capitalista) tiene constancia, desbarre hacia la Derecha.?
Europa no puede permitirse el lujo, y España menos todavía,
de volver a confiar, o mejor dicho de poner sus designios políticos y por ende
económicos, en manos de una derecha ideológicamente cavernaria que,
económicamente sigue apostando por un sistema, el capitalista, que acaba de
manifestar no ya solo sus debilidades, sino principalmente la maldad implícita
que le es propia. Así, a partir de abstracciones que disfrazan tras enrevesados
términos como “especulación”, no hacen sino desarrollar un sistema que requiere
para su supervivencia, de planteamientos “infinitos”, a desarrollar en una
realidad “finita”. ¿Cómo salvar éste pequeño inconveniente?, Fácil, gracias al
tan traído por todos y por pocos comprendido concepto de la “especulación”,
generamos la ilusión de que existen realmente los duros a cuatro pesetas, de
manera que siempre se queden los mismos con la peseta que sobra.
Por ello, una vez más, y van tres desde la muerte del
Dictador, España ha hablado, y lo ha hecho con voz clara que no alta, ya que el
elevado nivel de la abstención le ha quitado intensidad al vocerío. De nuevo
nos echamos en manos del gestor, del economista, aunque para ello debamos
inexorablemente de desacreditar al político.
La Derecha es, sin lugar a dudas, mejor gestora de
capitales. De igual manera a la izquierda le queda, de forma clara, reparar los
jirones en los que el excesivo realismo del Capital deja convertidos los sueños
propios de la utopía. Sin
embargo, será responsabilidad de todos estar muy atentos del precio que en esta
ocasión habremos de pagarles a esos gestores de pacotilla los cuales, no lo
olvidemos, no hacen sino jugar a salvadores de una patria cuya existencia, no
lo olvidemos, deben y debemos a una Historia que no se gestó a golpe de
calculadora y letra de cambio, sino de sueños y convicciones de que una España
y una Europa enteramente sociales, eran posibles.
Luis Jonás VEGAS VELASCO
noviembre de 2009..
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