Enhorabuena Señores Dignatarios! Mi más sentida
felicitación. Vaya por delante no sólo por el éxito conocido, sino incluso, o
más bien, por la forma mediante la que éste se ha conseguido.
Por un instante, han llegado Ustedes a parecer serios.
Sin embargo, de nuevo, la realidad se empeña en ofertarse
como disidente. Una realidad que
adopta la forma de José, un pintor que
hace cuatro años montó su empresa con toda la ilusión del mundo. Él no quería
“vivir por encima de sus posibilidades”, de verdad que no. Él sólo quería
llegar a casa como cada día deslomado de trabajar. Pero deseaba añadir al
placer de dar de comer a su familia, el hacerlo sin tener que estar
permanentemente agradecido a la bondad del Patrón.
O la de Isabel , una camarera
que, cansada de ver como personas aparentemente menos cualificadas que ella,
decidió alquilar un pequeño local que había cerrado hace catorce meses. Ella
tampoco quería “vivir por encima de sus posibilidades”. Simplemente deseaba
llegar a su casa cada noche igual de deslomada de lo que lo venía haciendo
hasta ahora, pero hacerlo al menos con un objetivo claro.
Ambos no se conocen de nada, pero algo les une. Tuvieron que
poner punto final a sus sueños el pasado miércoles.
¡Lástima! Seguro dirán algunos. Si hubieran esperado un poco
más, la alargada sombra del éxito alcanzado el pasado viernes, les hubiera
alcanzado.
Como una perfecta
metáfora de España, ambos llevaban malviviendo desde mayo del año pasado.
Primero fue la renuncia a su sueldo. Luego vino el penoso trance de empezar a
despedir a compañeros. Lo último y sin duda lo peor fue tener que comunicar a
los proveedores que no cobrarían en el plazo dado. Sin duda ése era el último
vestigio que le quedaba a la Cultura del
Capitalismo y de la Libertad de Mercado.
Pero una vez más, como enésima excusa, lo que les ocurra a
José y a Isabel no constituye material a incluir en las Reuniones del ECOFIN. Como es más lógico si cabe, el G20 no sabe ni
localizar en un mapa la ubicación de las provincias en las que se albergaban
los hogares de ambos. Y lo peor de todo es que nos parece hasta lógico el que
así sea.
Entonces, llegados a semejante estado, ni puedo ni debo
demorar un instante más la cuestión que me lleva a sentarme un día más ante el
teclado.
¿Para qué demonios no ya hemos construido un Sistema tan
estructurado? Y lo que es peor, ¿Por qué seguimos manteniéndolo?
Inmersos en el trescientos
aniversario de la muerte de JJ ROUSSEAU, ¿De verdad tan poco hemos avanzado
en ciertas cuestiones cuya primacía resultaba ya por entonces irrevocables?
Cierto es que no voy a caer en las tentaciones de establecer
comparaciones. Si bien, no voy a recortar en placeres de decir que Luis XVI
vestía mejor que HOLLANDE. Y por supuesto, el Káiser Guillermo no necesitaba
forzar la postura tanto como Merkel para lograr intimidar con clase.
Pero lo que en realidad les diferenciaba a ellos de la
caterva que hoy tenemos, era que siempre supieron dónde estaba el límite.
El límite del respeto, de lo moral, de lo serio…de lo
refinado si quieren. Ése límite que si se supera, pasa como cuando le pisas el rabo al gato, que incluso el
más dócil saca las uñas, y te puede rasgar el vestido, como a María Antonieta.
Pero aquí y ahora, en el colmo de la desvergüenza, ni
siquiera esos límites son conocidos. Siguiendo un ejercicio perverso, a caballo
entre las concesiones que los Emperadores se hacían, y los que los reyes
absolutistas se olvidaron, cabalgan hoy nuestros modernos dirigentes. Revestidos de un falso halo de autoridad,
supuestamente reposado en las cenizas de una Democracia que ellos se han
encargado de hostigar, se embelesan en sus tiempos (25 Reuniones al más alto
nivel), para alcanzar ahora casi de repente un acuerdo que de por sí no es,
sino otra opereta bien montada.
Sin embargo, a ellos les sirve. Les sirve para seguir
adelante, creyéndose cada día los dueños de un escenario que, una vez más,
amenaza con desmoronarse. Les sirve para alejarse de sus representados,
rompiendo con ello la base fundamental de la norma según la cual lo único que
les mantiene en pie, como a sus Gobiernos, es la voluntad del Pueblo.
Hasta el César llevaba a su lado a un hombre que le recitaba
al oído: “Recuerda César, eres mortal.”
Pero José e Isabel son mortales, como también lo son las
familias de los cientos de Josés e
Isabeles que mañana por la mañana tendrán que hacer un curso de economía
avanzado para saber si la Prima de Riesgo
y la Bolsa son de una vez consecuentes con el supuesto éxito de esos, los
nuestros dirigentes que, definitivamente, necesitan llevar alguien a su lado
para recordarles no ya que son mortales, sino cuál es y dónde reside el poder
que les ha llevado a donde están.
Para muchos ya es, desgraciadamente, demasiado tarde.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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