Definitivamente, las cosas están cambiando aunque, nada
parece indicar que necesariamente para
mejor. Y es que más allá de postureos,
conductas artificiosas, silencios forzados y otra multitud de enmiendas a la totalidad dirigidas
contra lo que podríamos denominar forma
convencional de hacer y entender la Política, los recién llegados, revolucionarios según la versión que
aportan unos, advenedizos si es a
otros a los que preguntáis; sin duda alguna que han venido si no para quedarse,
cuando menos sí para demostrar que otras
formas eran y son, posibles.
De hecho y aunque pueda parecer anecdótico, (ha quedado
demostrado que a menudo la concatenación de anécdotas acaba por convertirse en
lo más revelador de las intenciones perseguidas por un determinado grupo
social); lo cierto es que la experiencia innovadora que resulta de apreciar
cómo la luz puede salir del Congreso de los Diputados en pleno mes de agosto
sin que de ello haya de desprenderse necesariamente la existencia de ninguna
forma de enfermedad, ya sea ésta o no de carácter infecto-contagioso que ahora
o en un futuro próximo pueda afectar a nuestros queridos representantes, constituye, en sí mismo, sin duda toda una
innovación.
Mas una vez superados los efectos relajantes que se derivan
de la contemplación hoy en día de un hecho que no te provoca arcadas o te da
grima, lo cierto es que siguiendo, que no por ello alardeando, de protocolo
conceptual, bien haríamos en tratar de averiguar las causas que de una u otra
manera, promueven, cuando no justifican, tamaña e informal conductas.
Es entonces cuando una vez desplegadas las estructuras
destinadas no tanto a protegernos de las posibles infecciones anteriormente
aludidas, como sí más bien a tratar de indagar en la especial naturaleza de tamaño proceder, que comenzamos a hacernos
una idea del tamaño del gol que una
vez más nuestros queridos representantes,
y lo que es peor, en el ejercicio de las funciones para las que
legítimamente han sido investidos, pretenden colarnos.
De entrada, hoy mismo, ha comenzado a desarrollarse la
falacia mediante la cual la
Cámara Baja , además de abrir en agosto, lo hace convertida en un circo. Un circo en el
que los que otrora se comportaban como fieras (véase la ferocidad con la que un león
llamado de Guindos azuzaba semanas atrás a quienes deseaban por entonces
ayudar ya in extremis a Grecia
convencidos de que toda ayuda entonces además de más eficaz, sería mejor
aprovechada); ve ahora reducido su papel al de clown toda vez que hoy sí que podemos, es más, debemos aprobar de
manera indiscutible el paquete de medidas
de cuyo ejercicio redundará el uso de los diez mil millones de euros que vienen a resumir el papel de España en
el nuevo rescate a Europa.
Definitivamente, y para que nadie se llame a engaño, digo
que de Guindos ejerce de clown no por un motivo eufemístico. Es que
sencillamente el papel de payaso ya estaba cogido, a propósito por otro
Ministro del Ramo que por estar suficientemente equipado trae hasta la
risita histérica de serie.
Para aquéllos que no
le encuentren la gracia, me atribuyo una vez más toda la culpa. El motivo, no me muevo con solvencia en los delicados
recovecos reservados al humor. Sin embargo, a título de concreción, ahí va
una pregunta dotada digamos, de retranca: Si para aprobar el “rescate” a Grecia hay que escenificar una suerte de
juerga en la que la Democracia, lejos de salir airosa no hace sino salir
renqueante… ¿Por qué no se ejerció semejante suerte de acción cuando los
rescatados fuimos nosotros?
Superados una vez más las sutilezas, y lejos por supuesto de
caer en conductas puntillistas, lo
cierto es que cada vez resulta más complicado encontrar en las acciones de
nuestro Gobierno una línea cuando no coherente, si al menos competente para
dotar de cierta dosis de previsión con las que investir los modus operandi que a medio o a largo
plazo estén llamados a convertirse en los paradigmas en los que redunde el
futuro del país.
Una vez comprobada la inexistencia de tales recursos, y
lejos no obstante de desesperar toda vez que,
no lo olvidemos ¡Esto es España!, nos vemos sorprendidos por el que a la
larga se convierte no tanto en el ingrediente fundamental, como si más bien en
el imprescindible para comprender la
naturaleza de la reacción química que preside, hoy por hoy, la cabeza de los
que no lo olvidemos fueron llamados a hacer grandes cosas mediante el legítimo
voto de los que les votaran.
Es entonces cuando jugando el papel de catalizador químico una vez más, aparece el ingrediente mágico a saber,
la presencia en el horizonte de una cita
con las urnas que sin duda, no dejará a nadie indiferente.
Porque sea de una u otra manera, de lo que a estas alturas
todos estamos absolutamente de acuerdo es en el incuestionable hecho según el
cual, todo el mundo va a tener algo que
decir, y la mayoría de los implicados lo van a hacer bien alto.
Porque sin duda que entre las múltiples habilidades de las
que Rajoy y los suyos han hecho gala,
sin duda aquélla que con mayor deleite han practicado es la de cabrear a todo el mundo, por igual, y por
doquier. Y claro, semejante escenario, a 120 días vista de la cita electoral no se configura,
seguramente, como el más deseado por los integrantes de un Gobierno que, aunque
parezca mentira, se siente legitimado no tanto obviamente para presentarse,
como sí más bien para resultar reelegido.
La verdad es que así mirado, ahora no me cabe la menor duda
de lo adecuado que resulta que trabajen en agosto, en septiembre, en octubre,
en noviembre, ¿en diciembre? No, más no.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.