Vivimos, qué duda cabe, en un mundo extraño,
diferente…siempre cambiante. Un mundo en el que el ayer se tacha de histórico, y
donde el rigor se castiga con la ultranza. Un mundo en el que vemos bien que los Ministros se encomienden al Altísimo, y en el que en el interior de las Carteras Ministeriales conviven sin altisonancias La Biblia con La Constitución, y las reformas legislativas con El Misal de "Los Jerónimos."
Un mundo en el que a base de ponernos las cosas difíciles, hemos llegado a hacer insoportable la propia vida. ¿Alguna duda en relación a la
certeza de lo dicho? Quien la tenga que sopese con rigor las implicaciones
paradigmáticas que van ligadas al mero hecho de vivir en un mundo que se ve
capacitado para legislar sobre la vida.
Porque más allá de que a estas alturas yo me encuentre entre
los que jalea sin el menor lugar para la duda la dimisión del ya a estas horas
Exministro de Justicia; lo cierto es que una vez pasados los no más de diez
segundos que me permito para dar rienda suelta a mis emociones, lo que a partir
del segundo once llena mi cabeza es la preocupación que va vinculada al hecho,
expresado en este caso bajo la forma de la Ley que ha ejercido de lápida tan pesada como el propio mármol,
y que ha hecho buenos una vez más los condicionantes propios implícito en la
tan traída y llevada Crónica de una
Muerte Anunciada.
Porque toda vez que hoy no es todavía momento para llevar a
cabo los análisis políticos que del hecho en
tanto que tal, habrán de ser devengados. Una vez que dejemos como digo
transcurrir algunas horas convencidos de que, para muchas cosas se procede
mejor con el cadáver frío: lo único
cierto es que a estas alturas lo que mayor desazón preconiza mi alma, es el que
procede de comprobar que, desafortunadamente, perdemos, ¡y ya son innumerables
las veces! otra ocasión de aprender alguna suerte de lección estructural.
Porque verdaderamente, no tanto la existencia, como sí más
bien el análisis de la trayectoria política del, a estas horas insisto ya
Exministro de Justicia, resuena en nuestros oídos, habiendo de extraerse de
semejante retumbar parecidas connotaciones a las que, al menos según el título
de las consideraciones morales, habrían de extraerse de la lectura de elementos
tales como los que se hallan implícitos y por qué no, explícitos, en algunas de
las Grandes Obras Compuestas por la
Humanidad, entre las que sin duda podemos extraer los Textos Canónicos, resaltando por proximidad y concomitancia, los en
este caso vinculados a la
Religión Cristiana , según el Rito Católico.
Han de ser, evidentemente canalizados nuestros afanes en esa
sórdida dirección, toda vez que solo adentrándonos en los caminos del dogma, terreno religioso por
antonomasia, será donde albergaremos la mínima esperanza de poder llevar a cabo
un ejercicio hipotético-deductivo, encaminado
a encontrar respuestas terrenales a un asunto tan aparentemente propio como
debería de ser el de las cuestiones vinculadas
a la Vida, en tanto que el análisis de la realidad nos hace chocar una y
otra vez con la desazonadora certeza de comprobar hasta qué punto la Sociedad
ha delegado semejante responsabilidad en toda una suerte de catarsis encaminada a arrebatar al Ser
Humano aquello que debería ser lo más propio, a saber el conocimiento de sí mismo;
arrojándolo por otro lado a un pozo sin fondo cual es el de las
interpretaciones vinculadas al trasfondo místico-religioso.
Porque puede ser a partir de aquí, desde donde podamos
empezar a centrar el asunto, dirigiendo nuestra atención sobre cuestiones tales
como la de saber si el Sr. GALLARDÓN a manejado este y otros asuntos desde un
perfil propio de un político, o si por el contrario como ciertamente pensamos
algunos, lo ha manejado pensando más con la parte del cerebro destinada a
procesar las emociones, lugar donde sin duda se dan los protocolos propios del
quehacer de la Religión, el Mito, y cualquier otro vestigio que de nuestros
antecesores evolutivos podamos llegar a rastrear.
Porque sin necesidad ni tan siquiera de entrar en
disquisiciones peliagudas, mucho antes incluso de tener la menor necesidad de
albergar un razonamiento lógico lo suficientemente apegado a la verdad como
para poder extractar del mismo una sola consecuencia política; lo cierto es que
antes de todo eso, yo me dejo arrastrar por esa misma parte del cerebro, para
desde la pasión festejar sin la menor muestra de limitación vinculada al
recato, cuando no al pudor, la salida de GALLARDÓN del actual Gobierno.
Y lo hago, porque más allá de la imposibilidad de coincidir
con una sola de las decisiones que han marcado su etapa al frente de la Cartera
de Justicia, lo único que a estas alturas he sacado en claro a tenor de su
proceder, es la sensación que me embarga cuando identifico el flujo de
emociones que una vez más sus acciones han despertado en mí. Un flujo de
reacciones que traducidas al campo de
lo objetivo se vinculan con la desazonadora certeza de que hasta el final, nos
ha estafado.
Nos ha estafado, ahora ya en Pretérito Perfecto, el tiempo propio de la acción acabada. Aunque si bien la acción, entendiendo genéricamente
como tal el cúmulo de desgracias en el que se ha transformado el que supone
bagaje de su acción de gobierno, lo cierto es que habríamos de cambiar la forma
a un continuo, tiempo propio de acción en desarrollo o ejecución en tiempo
real, toda vez que las consecuencias de las decisiones tomadas a lo largo
del tiempo que ha estado el frente de Justicia,
retumbarán en nuestros oídos durante mucho tiempo, esperemos cuando menos
que sea éste un tiempo no vinculado al de la supervivencia de sus colegas
de fechorías al frente del Consejo de Ministros del Gobierno de España.
Porque sí, ahí subyace la treta máxima, el ardid por
excelencia. Decía San Anselmo de CANTERBURY leído dicho sea de paso en su
vertiente más prosaica, por ende menos vinculada la tentación dogmática; que el mayor logro de Satán pasa por haber
logrado inspirar en el Hombre la duda sobre su posible existencia…”
Que nadie se sorprenda. En parecido rango epistemológico
sitúo yo a los que todavía hoy afirman que GALLARDÓN es, probablemente, el
menos cavernario de cuantos integran
el actual Gobierno.
Es por ello que solo una cuestión me queda para ir cerrando.
La que pasa por afirmar que por el bien de todos, bastará nos dejes con la mitad de la paz que te llevas.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.