Una vez transcurrido el periodo
de gracia, a saber el que en España transita entre el momento en el que el
cadáver deja de estar caliente, y aquel en el que podemos poner fin a las loas
dedicadas a la memoria del difunto; lo cierto es que ya podemos dar por
terminados los fastos derivados del óbito al que no sin cierta sorpresa todos
hemos asistido, y comenzar a preocuparnos un poco por el estado de los vivos.
Eso que en España se conoce como la sana
tradición de repartirse el cadáver.
Pero…¡qué diablos! Si de verdad nos condujéramos así, lo
cierto es que podríamos decir que no estamos en España.
Así, cuando el silencio del lugar comienza a cubrir de
justicia lo que hasta ayer fueron los fastos de uno, y las miserias de otros,
lo cierto es que creo justamente llegado el momento de proceder con un
análisis, lo más objetivo posible, de la nueva realidad que se presenta de
manera rauda ante nosotros.
Y dado que como digo la intención pasa claramente por el
condicionante de objetividad, resulta inevitable que ésta haya de circular
entre los considerandos propios de los
Mundos de Yupi desde los que ayer sin ir más lejos orientaba sus
reflexiones nada menos que GONZÁLEZ PONS; y por supuesto los cantos nihilistas
esgrimidos por la Sra.
VALENCIANO en su comparecencia celebrada el mismo día de las
elecciones, o sea, cuando efectivamente el
cadáver estaba todavía caliente, en lo que según La Torá bien podría considerarse como un proceso claro de impureza; lo que a la postre acabó por
generar a las pocas horas otro cadáver, en este caso menos metafórico.
En cualquier caso, ¡tranquilo babysaurio, esto no ha hecho más que empezar!
Pero antes de que los recovecos del desarrollo conceptual
puedan volverse contra el que esto manifiesta, lo cierto es que no hay que
desaprovechar los últimos repiques de las campanas de duelo, para cerciorarnos de que aquéllos a los que efectivamente va
destinado el mensaje, efectivamente, lo reciben.
Porque en un momento como el que protagonizamos, un momento
en el que la certeza de que convivimos con la historia se hace categórico ante
nosotros, lo único que hemos de considerar imprescindible toda vez que el
mensaje ha sido enviado, y lo ha sido de manera clara e inequívoca, o lo que es
lo mismo, sin dejar el menor lugar para la duda; lo cierto es que no hace falta
ser muy inteligente para comprobar que, muy a nuestro pesar, el mensaje va a
necesitar de traducción simultánea.
Porque si lacónico resulta el discurso de aquellos que
confunden a HÍTLER arrogándole premisas de izquierdoso
compungido, hasta los que vuelven a ver a Lenin diciendo aquello de las
revoluciones no se provocan, se organizan, lo cierto es que en mi humilde
opinión, resulta mucho más delicado escuchar a personajes de la talla de
Esteban GONZÁLEZ PONS, defender sin el menor escrúpulo la teoría propia de VÁZQUEZ DE MELLA, que se resume en la
bella máxima de “(…) así yo raudo en el
error, pero firme”
Porque un error me parece a mí el mero hecho de que en un
ejercicio de infantilismo psicológico, aún haya miembros relevantes del Partido
Popular capaces no ya de negar la mayor, sino
de ir mucho más allá, preconizando no ya una nueva realidad, sino imponiendo, o
al menos tratando de hacerlo, su propia realidad.
Porque cuando alguien trata de cohesionar un discurso
partiendo no ya de ideas erróneas, sino de prejuicios, lo más probable es que
el resultado sea definitivamente contraproducente, en especial para el
instigador de la maniobra.
Esto es algo que tiene certeza casi matemática. Una certeza
que por ello, hace que el argumento no se arrugue aunque sea el mismísimo ARRIOLA quien diga que todos los que han votado
por ejemplo a PODEMOS, son en realidad un atajo de frikys, ¡Más de un
millón y medio de frikys! ¿Lo serían de haber votado al Partido Popular?
Probablemente no. En ese caso se trataría de antisistemas con carnet. ¡Qué paradójico!
Mas en cualquier caso, por más que nuestros políticos, sí,
nuestros representantes, esos sobre los que depositamos nuestra confianza en
pos de que nos sacaran, por ejemplo de esta crisis, prefieren invertir su
tiempo en discusiones sediciosas basadas en saber si los votantes nos hemos
vuelto locos, o si sencillamente todos fuimos siempre gilipollas, lo cierto es
que de lo único sobre lo que a estas alturas no nos cabe la menor duda, es de
que DEFINITIVAMENTE, ASÍ, NO.
Así no a siete millones de parados. Así no a una generación
perdida. Así no a que poder comer todos los días se haya convertido en un
logro. Así no a que una caterva sexagenaria desarrolle los planes que decidirán
sobre el futuro.
Así no a que, en definitiva, el Despotismo Ilustrado haya
recuperado sus bastiones, pero por el camino haya perdido su lustre de antaño.
Todo para el Pueblo,
pero sin el Pueblo. Lo
malo es que La Moncloa no es Versalles, y que Mariano no se llama Luis.
Por eso, como en La
Plaza de las Tullerías: ¡Que vaya pasando el siguiente!
Luis Jonás VEGAS VELASCO.