Veo a Mariano en la pantalla de mi televisor, y durante unos
instantes dedico mi tiempo a desarrollar una indagación destinada a tratar de
atisbar en el silencio conceptual al
que se reduce su perorata, una suerte de inconsciente que me ayude a salvar el
pánico que me produce constatar la certeza del que desde hace unos segundos se
manifiesta como el mayor de mis miedos; el que pasa por la comprensión, en
forma de epifanía reveladora, de que efectivamente es neta y absolutamente
consciente de todo lo que está haciendo y diciendo; y es aún más consciente de
todo lo que no deja hacer, de todo lo que nos obliga a ignorar.
Redundando por enésima vez en la constatación de que no es
sino el cúmulo de dudas que me regala el vivir diario lo que me arroja de
manera inexorable en brazos de las certezas procedentes del conocer la
Historia; es por lo que un día más vengo a refrendar la tesis por la cual,
probablemente, una forma responsable de entender el presente, pase
sencillamente por otorgar al pasado el valor que se merece.
La idea me gusta, mas para mi desgracia Mariano ha logrado
despertar en el auditorio una suerte de hilaridad procedente de un comentario,
no sé si improvisado (¿Improvisado digo? Eso es imposible. Seguro que en la Lógica Mariana no cabe una improvisación
en mitad de un Discurso de Investidura, aunque ésta vaya a ser fallida). La
respuesta se desliza hasta mí con suavidad, pues el nombre de Pedro SÁNCHEZ
acaba de aparecer, y ello pone fin a cualquier concesión a la inteligencia, por
más que ésta fuese a hacer acto de presencia por medio de una improvisación.
Inteligencia, concepto, fallido… ¡Solo los Clásicos pueden ayudarme!
Busco Política, y
encuentro rápido una aseveración: Es la Política el Ejercicio natural al que
tienden los Hombres, en la medida en que vivir organizados es la máxima
expresión en la que redunda el proceder llamado a permitirles alcanzar el
máximo desarrollo de sus facultades.
Es pues la Política un acto de necesidad, y la Demagogia se
erige nada menos que en su proceder degenerativo, en la medida en que la
Demagogia encierra solo proceder dentro de la esencia destinada a subrayar
conceptos allí donde éstos están por existir.
Se abandona así pues Mariano al bello aunque infructuoso
arte de pasear a lomos del caballo de la Demagogia. Mas el demagogo, al igual
que el niño caprichoso, hacen causa común en el hecho de ser incapaces de ser
conscientes de la naturaleza del mal que les alienta en sus correrías. Y ay de
aquel que ose despertarles de su sueño.
Por eso no es lo malo que Mariano espere que raudos le
acompañemos en su devaneo. No contento con eso, pronto mostrará sus verdaderas
intenciones, intenciones que se materializarán en forma de tributo, tributo
consistente en la obligación de ver tal y como él lo ve, la composición de
todos y cada uno de los paisajes llamados a componer este el escenario al que
de manera sorprendente, nos ha conducido.
Pero no todo está perdido. Existen cuestiones, las llamadas
sin duda Grandes Cuestiones, que si
merecen tal mención es precisamente porque su presencia o la de sus consecuencias se intuyen en todos y
cada uno de los procederes en los que la huella
del Hombre esté presente, ya sea en el presente, y qué decir si el menester
se hunde en el pasado. Y una de éstas es, sin duda, la procedente de los
análisis que al respecto de las mismas se atribuyen al ejercicio de la responsabilidad.
Es la consecuencia el resultado práctico del quehacer
metafísico en el que más pronto que tarde acaba por redundar el conocido concepto
de la responsabilidad. Pero así como
no todos estamos capacitados para entender las consecuencias, a pesar de su
condición directa y material; ¿Qué esperar de la capacidad de comprensión del
proceder vinculado al ejercicio de la responsabilidad,
cuya naturaleza responde a condicionantes estrictamente metafísicos?
Encuentro así pues que no es sino a través del dislate en el
que me sume la escucha parcial de las divagaciones a las que me condena el
Discurso de Investidura fallida de Mariano; el medio por el que acabaré por
entender, quién sabe si definitivamente, la regla llamada a vislumbrar la
incógnita del proceso por el que según el Clásico Griego La Degeneración Lógica a la que tiende La Política es, sin duda La
Demagogia.
¿Significa que Mariano es un demagogo? En absoluto. O al menos no él solo. Requiere el correcto
desarrollo del quehacer demagógico un
escenario global perfectamente definido. Actores, secundarios, incluso los
paisajes, todo, ha de estar perfectamente definido pues, en contra de lo que
pueda parecer, la dosis de improvisación que a priori se puede esperar de la
práctica lícita de La Política no tiene aquí cabida pues la condición de artificial del proceder demagógico anula
toda expectativa lógica.
Es por ello que si identificamos en la Demagogia el hilo
conductor del proceder destinado a explicar la suerte de coherencia llamada a
aportar orden dentro del desbarajuste al que parece tender la actividad
Política en nuestro país; indirectamente habremos de asumir que es esta mima
Demagogia la llamada a instruirnos en el proceder de todos y cada uno de los
protagonistas del paisaje refrendando. Y
esta afirmación incluye especialmente al Sr. SÁNCHEZ, incluyendo su supuesto no porque no.
Es la Política mucho más que una forma de entender la Vida.
Podremos decir de hecho que la Política es en sí misma, una determinada forma
de vivir. Por ello, cuando la Política cambia, cuando la forma de hacer
Política cambia (cuando triunfa la Demagogia), el verdadero problema no es sino
la aceptación de que es la Vida la que verdaderamente ha cambiado.
Es entonces cuando llega el momento de comprende que no es
sino asumir, lo llamado a convertirse en el nuevo quehacer del Hombre. Asumir que no vivimos, que, a lo sumo,
aspiramos. Aspiramos a ser, a sentir, a indagar. Y aquellos afortunados, los
llamados a saber que saben, pueden
hacer de su Vida un eterno retorno, pues
sabedores de los sinsabores a los que el saber les condena, se erigen en único
dueños de la Vida, separando la certeza
del rayo de la incógnita nebulosa del trueno…
Para los llamados a necesitar de un ejemplo, tal vez una
metáfora humana les baste: Don Quijote, sabía.
Pero saber no es fácil. Para ser más exacto, vivir sabiendo no resulta en absoluto
sencillo. Es más, a menudo, si no estás preparado, la acción continua de saber,
redunda con su perturbador eco en la a menudo acción pasiva de vivir. Es así
que para vivir basta. Basta con
respirar, con dejar pasar. Incluso con soportar. Por el contrario, vivir
sabiendo exige de una toma de postura, es en sí misma una cuestión proactiva. Una cuestión que redunda de manera natural en
el desarrollo de efectos, efectos que tienen sus causas en los que viven sabiendo.
Y Don Quijote sabía. Su ¡…que
no son molinos Sancho, que son gigantes! Encerraba muchas y muy variadas
cuestiones. Cuestiones tan variadas, y a la vez tan importantes, que han sido
objeto del interés ya fuera éste consciente o inconsciente de autores
posteriores. Así lo desvela la oscuridad de Ferdinand LaSalle cuando la
frustración motivada por el Hombre le lleva a afirmar: No nos señaléis el fin sin los medios, pues medios y fines se hallan de
tal modo ligados en este mundo que si cambian los unos cambian los otros, y
cada senda distinta tiene otros fines.
Así que, Mariano, de la lectura atenta no tanto de tus
palabras, sino más bien de tus silencios; obtengo, supongo que muy a tu pesar,
la certeza de que no ya el Sr. Sánchez, como sí más bien su “No”, no es que estén acertados, sino
que encierran en sí mismos la única
opción posible. Todo lo demás no es sino Demagogia, o como dice Maquiavelo
en Instrucciones a Rafaello Girolami: “A
veces las palabras han de servir para disfrazar los hechos. Pero esto se debe
hacer de tal manera que nadie se dé cuenta; o, si se notase, es preciso tener
dispuestas las disculpas para poderlas interponer inmediatamente.”
Así pues, Sr. Sánchez, le queda la labor más difícil. La que
pasa por constatar que la Demagogia no ha triunfado del todo. La que pasa por
constatar que aún hay espacio para la Política. Curiosamente a partir de algo
tan aparentemente restrictivo como es un “no”, habrá de erigirse la mayor
fuente de afirmaciones que existe, la que procede del noble arte del ejercicio
de la Política.
Pero recuerde Sr. Sánchez. No puede traicionarnos. De hecho,
llevamos siglos vigilantes, pues siglos lleva el camino marcado:
Que vuestra palabra
sea sí, sí, no, no; lo que se añade es espacio para la maldad.
Mateo 5:37
Luis Jonás VEGAS VELASCO.