Aplicado sobradamente el catalizador de perspectiva en el
que muy a menudo o casi siempre se convierte el Tiempo, lo que se traduce en
que tal y como ocurría en nuestra infancia, he dejado pasar más de dos horas
entre la comida y el baño; lo cierto es que como ya por entonces pasaba, la
realidad se impone, y vengo a constatar que ni para lo uno ni para lo otro, el
tiempo es en sí mismo solución.
Por ello que retomando la línea en este caso tan
procedimental como semántica, vengo a poner de manifiesto como en tantas otras
ocasiones lo que no viene a ser sino mi opinión; una opinión que no necesita
ser escuchada, una opinión que no aspira a ser participada. En definitiva una
opinión que, como suele ocurrir en la mayoría de ocasiones, viene a poner de
manifiesto muchas, quizá demasiadas cosas, atinentes no solo al tema sobre el
que específicamente ésta se vierte, sino más ampliamente en relación a la forma
de pensar en general de aquél que lo escribe. ¿Significa tamaña apreciación que
ha llegado la hora de los valientes?
En absoluto, en vista de lo que ocurre, pero sobre todo en vista de cómo
ocurre, lo que creo llegado es el final de el
tiempo de los cobardes.
Por todo ello, cuando esta tarde me topo con la noticia en forma de rueda de prensan del Sr. Pedro Sánchez por la que como digo tomo
conciencia de que Felipe VI ha cedido, y
encarga finalmente formar Gobierno en la
persona del ya mencionado Sr. Sánchez; muchas por no decir innumerables son
las sensaciones que acuden a mi mente. Y lo peor de todo, que se resumen en una
sensación que como tal, escapa al ejercicio de la Razón. La sensación de
que nos han robado.
Llegado este momento, confieso que me cuesta horrores no ya
hacerme a la idea, tan siquiera imaginarme, el escenario conceptual desde el
que el adalid de lo patrio plantaba
no ya su convicción, en este caso creo más acertado decir su cuajo, y por segunda vez en menos de dos semanas dejaba plantado
al Jefe del Estado, que se quedaba de nuevo solo
en el uso y ejercicio de sus convicciones.
Cuando hoy Mariano Rajoy ha ido a Palacio, no ha ido a
entrevistarse con el Rey de España. Ha ido seria y conscientemente a reírse de todos los españoles. Y lo que
es peor, Felipe VI se lo ha permitido.
Por todo ello, hoy creo hallarme en el uso no solo del
derecho, como sí más bien de la convicción, de que efectivamente hoy los
españoles hemos sido convocados para ser víctimas de un hurto. ¿Qué por qué de
un hurto y no de un robo? Porque una de las diferencias semánticas entre lo uno
y lo otro pasa por saber que para ser objeto de un robo, hay que ser consciente
al menos de la valía de lo que te ha sido robado. Y si algo tengo claro llegado
este momento, es que en España somos incapaces de hacernos siquiera una idea
del valor en términos de responsabilidad que tienen tanto las acciones, como en
este caso las omisiones, que quedan inexorablemente vinculadas al hecho de
aceptar o no determinados encargos o nombramientos.
Por ello, cuando como digo esta noche me entero no ya de que
Rajoy ha renunciado, sino de que El Rey ha declinado designarle, una oleada de
indignación ha recorrido mi cuerpo. Una oleada comparable tan solo a la que te
recorre cuando como decía, eres consciente de que has sido víctima de un hurto.
¿Qué es lo que nos han hurtado? Sencillamente el derecho a
ver cómo las nefastas políticas desarrolladas por el Partido Popular, o más
concretamente los efectos que éstas han causado en la mayoría de la población
de este país, se confabulaban para arrojar definitivamente a la diáspora a un
presidente que, a estas alturas, es incapaz de entender que el pasado 20 de
diciembre, más que votar lo que queremos, los españoles coincidimos en una
amplia mayoría para decir lo que no queríamos.
Por eso creo que hoy Felipe VI nos ha hecho un flaco favor,
impidiéndonos que el que sin duda es un nuevo
ciclo, continuara con el devenir que parece le ha sido encomendado,
regalándonos el por qué no decirlo, grato placer de inaugurar el fenómeno de
ver al primer aspirante a presidente que pierde su debate de investidura.
Como digo, es algo que no ha ocurrido con anterioridad. Por
ello nadie podrá sinceramente decirme que me equivoco si digo que muy
probablemente Mariano Rajoy no hubiera podido reponerse de tamaño varapalo.
¿Podemos estar pues detrás de una suerte de maniobra de protección?
De ser así, España dejará de estar gobernado por un mediocre
probado, para pasar a estarlo por un zorro
en potencia. Dicho de otra manera, al salir hoy impune, Mariano Rajoy se reserva
una segunda opción. La que ‘pasa por
esperar nada más y nada menos que al descalabro de las opciones de gobierno de
Pedro Sánchez (opción ésta dicho sea de paso más que probable al albor de la
Aritmética, así como de ciertas declaraciones), sea el propio Rajoy el que
desde una posición no solo inimaginable, tal vez incluso inmejorable, a la hora
de envolverse en la bandera y
erigirse otra vez en salvador de la
Patria, decida jugar entonces sí la baza de gobernar. Él no ha renunciado a
tal opción, recordemos que sigue presidiendo la que ha sido la opción más votada.
De ser así, de tener que enfrentarnos una vez más con la
terrible certeza de constatar que nos han
tomado el pelo; este país, o por ser más exactos aquéllos que del mismo
formamos parte, deberíamos comenzar a pensar el grado de connivencia que
pensamos practicar con los que una vez más se muestran empeñados no ya en
decirnos que seguimos siendo menores de
edad, empeñados además por medio de sus actos en demostrárnoslo.
¿Estamos siendo testigos de la segunda vez en la que los españoles nos topamos con la verdadera
respuesta a la pregunta de para qué sirve
realmente la Corona?
Luis Jonás VEGAS VELASCO.