Que sí, de verdad, que una vez superada la impresión que la
frase que hoy nos provoca; y una vez
superada la tentación casi lógica de soltar lo que vendría a ser una respuesta simétrica que sin duda bien
podría pasar por “y solo los listos leen”, acabaríamos enfrascados en una
suerte de disquisición formal de la que salir resultaría tan sencillo, o cabe
decirse más bien que tan complicado, que haríamos imprescindible un baño de humildad que muy probablemente
habría de transitar por escenarios tales como los que nos presenta una
afirmación que a mi entender no solo no pierde autoridad con el paso del
tiempo, sino que más bien, la gana: “Quien
escribe habla a lo sumo de lo que cree conocer. Afortunado el que escucha, pues
podrá optar a aprender algo.”
Haciendo bueno el dicho según el cual una de las cosas que
hacen grande nuestro transitar por la vida, en la mañana de hoy departía yo con
uno de los que han tenido a bien aceptar tamaña consideración para con mi pequeña
persona; y dicho sea de paso además de proporcionarme el titular a partir del
cual pergeñar mi maldad de hoy, se ha mostrado no menos lúcido que en
anteriores consideraciones, si bien se ve que más metódico y ordenado, porque
en este caso sí que voy a poder aprovechar muchos de los componentes que se
promulgan en sus disquisiciones de cara a consolidar lo que digamos aspira a
ser, un discurso ordenado.
Como no puede ser de otra manera, todo ha comenzado a partir
de la que parecía ser la pregunta del millón: “¿Qué opinas del debate de ayer?”
Dado que efectivamente no acudí a la cita con el televisor puesto que si de
verdad quiero ver Ciencia Ficción, leo algo de Asimov, es que expresar tal
consideración, ha tenido el efecto esperado esto es, calentar su boca en lo que
ha comenzado siendo una zurra en mi contra por pecar de ignorante, para pasar
finalmente a lo interesante, o sea, al análisis de las sensaciones que no ya las conclusiones como sí más bien el modus operandi de los mismos, le causó.
Y digo que las sensaciones primaron sobre los conceptos
rompiendo con ello el orden lógico que en principio cabría ser esperado, porque
una vez más, mi amigo ha sido capaz de expresarme en esta ocasión de manera
además argumentada el lamento que para él supone últimamente ver hablar de Política a mucho que no lo
olvidemos, para nuestra desgracia, aspiran sinceramente a dirigir nuestros
designios a partir del próximo veinte de diciembre.
Así, presa no sabemos si de una suerte de estulticia
paradigmática, o lo que es peor, de una esclavitud que no pueden confesar por
proceder ésta de unos compromisos de naturaleza no precisamente electoral, los
cuales en la mayoría de los casos ya están firmados, y se traducen en la única
justificación que muchos de estos nuevos actores tienen para haber pasado a
formar parte del escenario electoral que no todavía político en España; estoy
hablando, para cualquiera que no se atreva con la traducción libre, de
Ciudadanos, partido que yo considero resultante de una reacción química en la que
el IBEX 35 ha
actuado como catalizador. Y si bien en química la característica primordial de
un catalizador pasa precisamente por no dejar huella de su presencia en los
resultados; puestos en metáfora política, podríamos deducir que lo que
caracteriza a un catalizador en tamaña disciplina es que “no se mueve el árbol,
sin la voluntad del Señor.”
Dicho lo cual, y netamente convencido de que ateniéndonos a
lo que concierne a los partidos
emergentes, muchas más son las cosas en las que coinciden, que las que por
el contrario podrían separarles; que participo de otra de las ideas matriz esbozadas por mi buen amigo
expresada a partir de la conclusión según uno de los desastres de anoche pasó
por ver hasta qué punto, y referido a una de las cuestiones capitales, cómo no,
de las vinculadas al Mercado Laboral, ambos contendientes pecaban de obcecación
al pensar que éste habría de amoldarse a lo que ellos expresaban como fuente y
virtud de sus deseos, expresando además tal desacato a partir de la comprensión
de la que habría de ser su Política de
Empleo a la vista de sus planteamientos a la hora de reducir cuando no
unificar, las propuestas de un contrato
único.
Personalmente difiero de la conclusión esbozada por mi
amigo. Así, y siempre según mi particular visión, lo único que habría de
resultar capital para un partido político habría de ser su capacidad primero
para detectar aquellas cuestiones que a la vista de la realidad, podríamos
circunscribir al hábito de lo mejorable para, una vez efectuada tamaña catalogación,
proceder con el diseño y la adopción de medidas que confluyan en la mejora de
las mismas. De esta manera, que quienes se consideran competentes para
gobernarnos lo hagan desde la plena convicción de que pueden cambiar el mundo,
a mí no solo no me molesta, sino que más bien añadiría habría de erigirse en
condición sine qua non sobre todo en
aquellos partidos cuya adscripción se corresponde con los que podríamos
catalogar en el capítulo de los de nueva
creación.
A partir de aquí, la conversación se ha enrarecido, sobre
todo porque mi amigo se ha enzarzado en una suerte de razonamiento cuya pauta
no era por mí compartida. A pesar de ello, ha tenido un último instante para
desvelarme el enigmático sentido desde el que ha soltado la frase que yo uso como encabezamiento: “Mucha de la
gente que presenció anoche el debate, en realidad no se ha enterado de nada. Lo
digo porque había al respecto muchos comentarios en twitter y en Factbook. Y como sabes, Jonás, solo los tontos escriben.”
Luis Jonás VEGAS VELASCO.