Me sumerjo un día más en la noche, sorprendido por la
necesidad cada vez más acuciante que el día, o tal vez el exceso de horas de luz, me obligan a buscar con
verdadera ansiedad no ya la sombra, cuando sí abiertamente la oscuridad.
Siguiendo cuando no la misma sí al menos parecida
preconización, la sucesión de acontecimientos, veladamente ordenados en pos de confeccionar lo que hemos dado en llamar suerte de realidad, nos sirve tan solo
para constatar esa otra certeza en base a la cual, la existencia de un mayor
flujo de información no nos convierte en una Sociedad Culta. A lo sumo, nos lleva a formar parte de lo que
podríamos decir una forma de Sociedad
más informada.
Así y solo así, podríamos acertar a hilvanar los hilos de lo
que más pronto que tarde, habrá de ser el
manto que hayamos de vestir todos aquéllos que quieran segur siendo
definidos como Hombres de Bien o si
se me apura, auténticos patriotas. Un
manto monocromo, en el que como en el
caso de las arpilleras recordadas por
nuestros antepasados, el trenzado del hilo es vulgar, monocorde y tedioso. La
metáfora se vuelve entonces cristalina ante nuestros ojos. Los tiempos de la
belleza pasaron. Han sido sustituidos inequívocamente por los de la productividad.
Alejados de la sutileza romántica que proporciona el estado
de embriaguez esto es, absolutamente borrachos; los integrantes no ya de
España, sino más bien esos que integran la comunidad que identifica y clasifica
a sus individuos en función de cómo éstos se posicionan respecto del gran denominador común, a saber, la crisis,
cada vez va quedando más claro que solo como digo el morir presos de los
efectos de los licores de Baco, hará bueno el pronóstico de aquéllos que como
en Stalingrado dijeron que todo
estaba bien, cuando al VI Ejército Alemán
apenas le quedaban horas para ser definitivamente aniquilados.
Como en aquel momento, hoy también hay gente dispuesta a
decir que todo está bien. Aunque lo realmente indignante pasa por comprobar que
efectivamente, sigue habiendo mucha gente dispuesta a creérselo.
Como en enero de 1943, para cualquiera que no fuera sordo
necesariamente era evidente el penetrante ruido que producía la caída del
intenso bombardeo que la artillería pesada soviética estaba lanzando sobre las
ya exiguas defensas alemanas apostadas, no cabe duda que con la orden de morir,
en el interior de la ciudad.
Como en aquel entonces, las órdenes procedentes del Alto
Estado Mayor, decoradas con la interpretación que desde Berlín se hacía del asunto, servían para que el ruido
proferido por los Órganos de Stalin, fuera
por muchos efectivamente confundido con música para bailar.
Insisto, hoy, al igual que entonces, no nos faltan
voluntarios para, en pos de la arenga, y rescatando el otrora olvidado don de la farfulla, inducir en todos
nosotros una forma de estado mental cuyo mayor dificultad pasa inexorablemente
por inducir en nuestra mente, y cuando esto no sea posible, en nuestras
emociones, un estado condicionado que, siguiendo con el paralelismo elegido, haga digno de ser fusilado a todos los que
no piensen como el líder ordena. Uno de los motivos que más pronto que tarde nos conducirá al
calvario: Proferir mensajes derrotistas.
Surge así una nueva versión de la Visión de las Dos Españas. A un lado del cuadrilátero y,
evidentemente con calzón azul…¡La España
del PP! Una España ágil, formada en mil batallas (no lo olvidemos desde
Brunete hasta El Ebro) y que preconiza la consolidación de un modelo de
crecimiento cuyos efectos no son ya visibles precisamente por los obstáculos
que ponemos quienes, por ejemplo, no disfrutamos directamente con el boxeo.
Y en el rincón contrario, vistiendo calzón multicolor (en consonancia con la multitud de fuerzas que
han colaborado en su confección.) ¡La España de la Izquierda. Una
España que, pese a quien le pese, aparece ya noqueada antes
incluso de iniciarse la confrontación.
El Tiempo, como gran variable, emerge entonces para
proporcionarnos una manera de perspectiva adecuada. Una perspectiva que hace
que los que se lucran en este caso con los negocios
que surgen a la sombra del combate, y entre los que por supuesto podríamos
citar a los marchantes de apuestas, decidan que hay que añadir más interés a la
velada.
Así, el que se suponía iba a ser el combate estelar, y que
enfrentaba a dos pesos medios (elecciones
autonómicas con elecciones municipales), se ve para su desgracia relegado a un
segundo plano. ¿La causa? Lógica para quienes, insisto, manejan los tiempos: la mesa parece preparada para la disputa de
un combate por los Pesos Pesados; las elecciones nacionales.
Y como el saber
popular resulta aplicable incluso a aquellos que no disfrutamos con el
boxeo, bien podemos decir que resulta viable encontrar un lado bueno. Se acabaron por un tiempo las medidas restrictivas. En
una palabra, se acabaron los recortes.
La causa, La certeza de que se sienten con fuerza…¡Con
fuerza para repetir!
Luis Jonás VEGAS VELASCO.