Pasan no ya los días, sino tan siquiera los minutos, y cada
instante que pasa no sirve sino para constatar la tremenda fuerza de la que
gozan todas aquellas estructuras; con forma de instituciones unas, y de simples
personas otras; que se han propuesto no ya cambiar esto, sino más bien reducirlo todo a cenizas.
Recuerdo ahora, casi con nostalgia los tiempos que ya fueron
objeto de nuestro tránsito, hace aproximadamente dos, si no tres años. Tiempos
en los que los vestigios de lo que hoy es nuestra cruel realidad, hacían su
aparición de forma más o menos oscura, de manera por siempre velada; pero que
en cualquiera de los casos dejaban un estrecho paso por el cual los amigos de la conspiración podíamos introducir
los instrumentos que componían nuestro
set de trabajo, a saber la duda, cuando no la desconfianza, y tejer con
ellos un escenario paralelo en el que las conclusiones que se obtenía
divergían, y no precisamente poco, de aquéllas con las que el Gobierno, y sus
afines, se empeñaban en alienarnos.
Eran los tiempos de lo que denominábamos “El triunfo de la Política del Solar.” Visto
como digo, con la perspectiva que aporta el tiempo, bien podríamos afirmar que
un periodo contemplado casi con nostalgia.
Porque una vez más, la realidad supera a la ficción. Así , todos
los Principios, realidades más o menos
potenciales, y por supuesto todas las previsiones bajo los que se conformaron
esos escenarios, se han visto superados no radical, sino más bien sistemáticamente.
Aquel a priori sólido principio sobre el que apoyábamos toda
la disertación, que pasaba inexorablemente por la convicción de que los entes macrófagos que dirigen los
designios de nuestra realidad detendrían su labor destructora al llegar a ciertos
puntos de no retorno; se ha mostrado
errónea toda vez que partía de la premisa falsa según la cual los mencionados
entes participaban, en mayor o menor medida de elementos comunes que en cierta
medida les convertían en afines para con la realidad que estaban destruyendo.
Y es ahí donde radica el error. Estos señores no han venido
a hacer prisioneros, ya que según antiguos escritos extractados de las Guerras Púnicas “…no es el prisionero sino
una peligrosa forma que adopta el enemigo en tanto que su mera presencia en
retaguardia desmoraliza a la tropa al comer su comida, amenazar a las mujeres y
aumentar su potencial hostilidad alimentada desde el rencor que su condición de
prisionero le proporciona.”
Abandonando los silogismos, y por ende las metáforas ya
baldías, lo cierto es que cuando hace ya dos años, la Derecha Cavernaria se alzaba con el poder en España, sustituyendo las explicaciones
de su programa por la vana ostentación de un Programa Electoral basado en la
mentira, y versado en el enfrentamiento; muchos fueron los que lanzaron contra los que
nos atrevimos a gritar: “¡Cuidado!”, la consigna de que no solo no pasaba nada,
sino que nos obligaron a recordar que “…hace
no mucho que estuvieron por aquí y la verdad, no fue para tanto.”
Lejos de caer en la tentación de acusar de desmemoriado,
cuando no de imprudentes a cuantos de todo ello se jactaron, lo cierto es que
de lo que no me voy a cuidar, aún a riesgo de ocupar tiempo y espacio, es de
llamar abiertamente ingenuos a los que se empeñaban en retrotraerme no ya
temporal, sino conceptualmente, a los tiempos del Sr. Aznar.
Constituyen aquellos tiempos una realidad distinta no tanto,
o quién sabe si solo, por las particularidades tan diferenciadoras de sus
protagonistas; como quién sabe si incluso más por los efectos, en este caso
absolutamente particulares, y por ende del todo imprevisibles, que la
denominada erótica del poder tiene en
las personas.
Así, mientras en el caso de nuestro actual Presidente estos
efluvios no parecen hacer efecto, quién sabe si, tal y como dicen algunos las formas que emplean no son las propias
para con las líneas oficiales que a tal efecto disponen aquéllos con cuya
ideología comulga; lo cierto es que retomando lo expuesto en relación al
pretérito, a saber el Sr. AZNAR, lo cierto es que sobre éste no solo hicieron
efecto, sino que con un grado y nivel que acabaron por confeccionar un ente, en
este caso del todo irreconocible incluso para aquéllos que habían hostigado,
engañado y vilipendiado, en pos de erigirlo
como habitante con llaves de “La Moncloa”.
Porque lo que de verdad diferencia a D. José María AZNAR, de
D. Mariano RAJOY, es que el Sr. AZNAR se creyó político. Y no contento con
ello, se empeñó en hacer Política, aunque como hemos dicho tal consideración
bien pudiera ir en detrimento de los intereses de aquéllos para cuya
salvaguarda fue erigido Presidente del Gobierno el 3 de marzo de 1996.
Tanto es así que, con la salvedad que a modo de excepción que confirma la regla nos proporciona la constatación de la puesta en
marcha de políticas de corte Neoliberal tales
como las nunca olvidadas ventas y privatizaciones de la masa e infraestructura
del país, lo cierto es que pocos más son los ejemplos en los que se puede ver a
un AZNAR en ejercicio displicente de los parabienes respecto de los cuales fue
erigido en el cargo.
Y lo cierto es que tal y como podemos comprobar, de
ejercicio consciente de una actividad política consciente, a la aparenten
certeza de que el mundo puede algún día
llegar a pedirte responsabilidades, hay un paso. De ahí que llegue el
momento de hacer memoria (y hasta
publicarlas)
Mas si por el contrario lo que ocurre puede explicarse de
manera más certera desde los prismas aportados por alguien del bajo perfil político como el que
presenta el Sr. RAJOY; tal peligro es inexistente (lo que viene a certificar la
tesis en base a la cual los que vienen a conformar los poderes y entes ocultos
destinados a cocinar la que luego creeremos nuestra realidad, libre y
democráticamente aceptada para más INRI, han
aprendido bien la lección.)
Es por ello que nadie mejor que un ser abúlico, aburrido,
indolente y anodino como nuestro registrador de la propiedad para llevar a cabo
en unos casos, o presentar los medios para que sean otros los que por él lo
lleven a cabo; todas y cada una de las medidas destinadas a desintegrar del
todo y para siempre no ya el escenario, sino con mucho incluso cualquier idea o
recuerdo de lo que una vez conformó España, un estado del que hace no mucho
podíamos incluso sentirnos orgullosos.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.